Fear

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Bostezo. Me es imposible aguantar un sólo minuto más despierta en esta maldita última hora de clase. Estoy agotada, tal vez no debería haberme quedado despierta la noche anterior hasta las tantas para ver "Bones". Sé que no debería haberlo hecho, pero no lo pude evitar. Esa serie es malditamente adictiva.

Por fin, el estridente sonido del timbre me sorprende al retumbar por el aula, anunciando que ya habían acabado las clases por hoy y podíamos irnos a casa. Recogí mi material escolar lo más rápido que pude metiéndolo casi todo en mi mochila y me la cargué al hombro. Los otros libros y cuadernos que no me cabían y no necesitaba llevarme a casa los cogí con las manos y por fin, salí al pasillo detrás del bulto que habían formado mis compañeros -también desesperados por respirar un poco de aire fresco lo más pronto posible- en la puerta.

Una vez fuera, no tardé mucho tiempo en ponerme en marcha y esquivar a todo aquel que se cruzara en mi camino. Tras unos cuantos empujones y esquivazos bruscos, logré llegar a mi taquilla. La abrí, pero un chico que se dirigía hacia mí corriendo como un loco provocó que se volviese a cerrar fuertemente. Tras un bufido y una palabra malsonante hacia su persona, volví a despojar la alargada puerta metálica del candado que la mantenía cerrada. Metí los libros que me sobraban y llevaba en brazos allí junto con otros más que tenían en la mochila y no me hacían falta. Cuando creía que ya había terminado, todo aquel descontrol de libros de texto y libretas se abalanzó sobre mí. Definitivamente, debía empezar a ordenar más mis cosas y no sólo meterlas allí como si nada. Gruñí ya exasperada y me agaché a recogerlo todo. Una vez guardado un poco más ordenado, cerré la taquilla y la aseguré con el candado. Acomodé la correa de la mochila en mi hombro, ya que me estaba empezando a doler por el peso , y volví a andar por el pasillo hacia la puerta de salida.

Ahora los corredores estaban vacíos, por lo que me resultaba más fácil caminar por ellos. Suspiré. Moría por llegar a casa, comerme una buena hamburguesa, darme un relajante y caliente baño y meterme en la cama a dormir hasta la hora de la cena. Pero claro, mis planes nunca podían cumplirse como yo quería. Una mano que salió de no sé dónde agarró mi muñeca y tiró de mí, metiéndome en una pequeña habitación y cerrando la puerta tras de mí. Aquello era un pequeño almacén con estanterías llenas de pequeñas cosas en las que no me fijé y algunos objetos varios desperdigados por el suelo. Me giré hacia la persona que me había arrastrado aquí sin mi consentimiento previo con el ceño y labios fruncidos decidida a decirle un par de cositas que sin lugar a dudas, no le iban a agradar. Pero en lugar de hacerlo, me quedé callada al ver de quién se trataba.

- ¿Lobo?-pregunté. Un tono de confusión en mi voz sustituyó al de enfado que tenía pensado usar- ¿Se puede saber por qué me encierras aquí contigo?

- Tenemos que hablar-contestó tranquilamente mirando sus zapatos.

- No, no lo creo-levantó su vista hacia mí, encontrándose con mía acusatoria.

- Anna... por favor-odiaba admitirlo, pero había echado de menos escuchar esa abreviatura de mi nombre saliendo de sus labios. Resoplé. El maldito me tenía comiendo de su mano.

- Tienes cinco minutos antes de que me marche-crucé mis brazos bajo mi pecho y me apoyé en la pared frente a él, en el hueco que dejaban dos de las estanterías. Asintió, conforme y pensando cómo hacer sus disculpas y explicaciones lo más breve y claras posible.

- Siento haberte gritado el otro día. No fue mi intención asustarte ni tratarte mal. Pero es que odio que se metan y hurguen en mi vida. Tengo un pasado difícil que no estoy preparado para que salga a la luz.

- Lobo, a mí puedes contarme lo que quieras. ¿Crees que si me hablases sobre tu niñez y de lo complicada que pudo llegar a ser iría corriendo a contárselo a todo el pueblo? Yo no soy así. De chismosa no tengo nada, y me duele que me tengas como tal.

WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora