Cabin

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Los ojos me pesaban y mi garganta estaba seca. Tenía calor y notaba una suave presión sobre mí. Lo recordaba todo: el bosque, la criatura -la cual seguramente fuese un lobo-, la persecución, mi desmayo... Aunque ahora estuviese más calmada y serena, seguía sintiendo miedo. Algo o alguien me había trasladado a otro lugar. ¿Para qué? Ni idea. ¿Era eso negativo para mí? Rezaba con todas mis ganas a Dios para que no fuese así. No obstante, estaba segura al ochenta por ciento de que mis miedos eran en parte infundados. Estaba tumbada, cómoda y caliente. No creo que nadie con intención de hacerme algún tipo de daño se hubiera tomado tantas molestias por mi bienestar.

Me atreví a abrir un poco los ojos. Un techo de madera oscura fue lo primero que vi. Al parecer, estaba en una cabaña. Giré mi cabeza a la derecha. Una puerta del mismo material que el techo y las paredes, pequeña y algo mal hecha. Dirigí mi mirada ahora a la izquierda. Una pequeña chimenea, casi diminuta, estaba encendida y el fuego consumía los tozos de leña sin piedad, convirtiéndola en cenizas. No había mucho en la cabaña, ya que el espacio en ésta era muy reducido. Sólo la chimenea, una mecedora junto a ella, una mesa alta de madera con dos sillas idénticas, un pequeño congelador, un microondas encima y algunos adornos en las paredes. También miré el bulto que tenía encima mía. Unas mantas me cubrían todo el cuerpo excepto la cabeza. Me incorporé con cuidado, quedado sentada. Acaricié la manta más superficial. Era una suave piel marrón oscuro preciosa, pero no sabría decir a qué animal pertenecía. Estaba sobre un montón de pieles en el suelo, lo que explicaba lo blanda que estaba la superficie sobre la que estaba sentada. También tenía la cabeza apoyada sobre unos cuantos mullidos cojines, al parecer.

Y entonces se me ocurrió una idea. ¿Y si la persona que me encontró era un cazador furtivo que se ocultaba en el bosque y, cansado de estar solo, había decidido secuestrarme y usarme como su esclava sexual o algo parecido? El mero hecho de imaginármelo me provocaba arcadas. Tal vez ese lobo era suyo y estaba amaestrado, aunque lo veía poco viable. Estaba dispuesta a levantarme de allí y salir huyendo por patas cuando escuché el sonido de la puerta al abrirse. Se acabó, ya no tenía oportunidades de escapar.

- Oh, ya estás despierta. ¿Cómo te encuentras?-dijo él mientras se quitaba su abrigo y lo dejaba en el respaldo de la mecedora.

Se arrodilló a mi lado y yo pensé que mis ojos se saldrían de sus órbitas. Si esa expresión que dicen algunos de "cierra la boca o te entrarán moscas" fuese real, seguro que esos insectos ya habrían hecho un nido en mi garganta. Me obligué a mí misma a reaccionar y articular palabra.

- ¿L-Lobo? ¿Eres tú quien me ha traido hasta aquí?

- Eso parece-contestó tranquilamente. Se levantó y se dirigió a la mecedora, donde se sentó, mirándome.

- ¿Qué hacías en el bosque? ¿Y cómo conoces esto?

- Estaba dando una vuelta cuando te vi. Parecías perdida y asustada. Quise preguntarte qué te pasaba pero... te desmayaste en cuanto te toqué. Y respecto a esta cabaña... bueno, vivo aquí.

- ¡¿Aquí?!-exclamé- Pero si esto parece más un refugio para cazadores...

- Al principio, lo era. Pero cuando llegué aquí estaba abandonado y en ruinas. Necesitaba un lugar donde vivir y mi sueldo no me llegaba para rentarme un apartamento, así que arreglé un poco esto, compré un  par de cosas y listo.

- ¿Y estás cómodo aquí?

- Sí, no está mal. A mí me agrada. Es como estar todos los días de acampada. No hay nadie a quien no le guste ir de acampada, ¿no?-sonrió de lado.

- A mí no me gusta.

- Ya, eso supuse al verte sola en el bosque y desesperada por salir de él hace unas horas.

WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora