Una, dos, tres, seis, trece, diecinueve, veinticuatro... Ya había predido la cuenta de cuántas vueltas había dado en la cama tratando de dormirme. No podía sacarme de la cabeza aquella sensación de ser observada que había experimentado horas atrás. ¿Qué o quién estaba vigilándome? Y en el hipotético caso de que me estuviesen vigilando, ¿por qué? ¿Qué quería de mí? Todo era demasiado confuso para mí, y las ideas que se me ocurrían no eran más que torbellinos dando vueltas una y otra vez por mi mente.
Cansada ya de dar vueltas en la cama como una idiota sin porder conciliar el sueño, me levanté. Miré mi cama. Las sábanas blancas estaban revueltas y la mullida almohada, torcida. También alisé mi camisón, sintiéndome más tranquila al recordar que era de mi madre. Me giré hacia las puertas francesas de cristal de mi cuarto, me dirigí hacia ellas y las abrí. Al instante, la suave brisa meció las cortinas y alborotó mi ya desaliñado cabello. Di unos pasos más y salí al balcón. Una vez en el límite de éste, me apoyé en la barandilla de piedra y miré el exterior. Tal vez le tuviese pánico a la oscuridad y al bosque, pero no era tan estúpida como para no admitir que las vistas eran soberbias. El imponente, amplio, extenso y frondoso bosque oscurecido por la noche que estaba tan cerca de mi domicilio y la blanca, rendonda y gran luna que coronaba la copa de los pinos, iluminando algunos rincones y desvaneciendo unas pocas sombras. Aquel paisaje era de ensueño. Se veía mágico, cautivador.
Pero como siempre, algo tuvo que romper la calma que me mantenía tranquila. Entre los matorrales del bosque, a lo lejos, pude distinguir una sombra en movimiento. No estaba muy segura de qué era aquello, pero sí que tenía la certeza de que fuera lo que fuese, me estaba observando. Y eso volvió a hacerme pensar, ¿y si era la criatura que me espiaba antes mientras volvía a casa? La sombra era cada vez más difícil de distinguir y se estaba alejando rápidamente. Tenía dos opciones: ¿me quedaba sana y segura en casa sin poder dormir tratando de imaginarme qué estaba pasado? ¿O, por el contrario, me arriesgaba y salía a perseguir a esa cosa por el bosque intentando averiguar de qué demonios se trata? Tomé una decisión, y seguramente más tarde me arrepentiría de ella pero en ese preciso momento no podía pensar en otra cosa que no fuera disipar mis dudas y mi confusión. Tenía la mente nublada por la curiosidad, puede que incluso por la adrenalina.
Volví a entrar en mi habitación y me puse una bata corta blanca. Estaba nerviosa, pero no lo estaba tanto como para no notar el frío que hacía fuera. Bajé las escaleras todo lo rápido y sigilosamente que pude, lo último que quería en ese momento era despertar a Dylan y a mi padre. Agarré la linterna que siempre teníamos en el pequeño mueble con espejo de la entrada, fui a la cocina, desbloqueé la puerta que había allí y salí al gran jardín trasero que colindaba con el bosque.
Si creía que estaba helando desde el balcón de mi habitación, no me equivocaba. El frío me golpeó de lleno en cuanto puse los pies en la hierba. Vaya, ahora me arrepentía de no haber cogido algo más de abrigo. Seguramente me congelaría cinco minutos después de entrar al bosque, pero la verdad es que me importaba bien poco en ese preciso instante. Abracé más la bata a mi cuerpo y me puse en marcha. Cuando estaba en la frontera del bosque, me paré. No dejaba de asustarme e inquietarme. Pero algún día tendría que plantarles cara a mis miedos y vencerlos, ¿no? Encendí la linterna y, tras un suspiro y una inspiración profunda, me armé de valor y me interné en el bosque.
Mis pasos eran cortos y lentos, pero no os quejéis, estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no girarme y correr hacia mi casa como una niña asustada. Aunque la verdad es que era así justo como me sentía, como una niña pequeña asustada de la nada, deseando correr a los brazos de su madre en busca de seguridad. Pero yo ya no era una niña, ni podía huir a refugiarme a los brazos de mi madre. Así que sólo podía tratar de pensar lo menos posible y seguir adelante. Estaba muy oscuro y la linterna sólo alcanzaba a iluminar el terreno unos metros por delante de mí. Entre el frío, la oscuridad y la situación, no pude evitar acordarme del sueño que tuve hacía unos meses, ese en el que corría por el bosque en busca de Emily. Sólo esperaba que esta vez la historia no acabara igual que entonces. Caminé lo suficiente como para estar rodeada de altos pinos y sombras y no ver ni mi casa ni la explanada del jardín. Fue sólo entonces cuando esa misteriosa presencia, volvió a aparecer. No la veía, ni podía saber a qué distancia estaba de mí exactamente, pero sabía que estaba ahí, mirándome, y eso no hacía más que ponerme nerviosa hasta límites insospechados. Esa cosa estaba ahí, estaba cerca y no perdía detalle de todos y cada unos de mis movimientos.
Entonces, un sonido rasgó el silencio de la noche. Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron, mi corazón dejó de latir unos instantes, la respiración se me cortó y mi mis músculos se tensaron. El corazón había dejado de bombear sangre, para después reactivarse con mucha más fuerza y rapidez. Eso que había escuchado fue un aullido, y sonó bastante cercano. Ahora sí que toda la situación se parecía a mi sueño. No contento con ese aullido, la criatura que me seguía, que supuse que era un lobo, hizo un movimiento a mis espaldas, en los arbustos. No esperé a escuchar otro aullido, eché a correr como alma que lleva el diablo, queriendo huir de la criatura. Quería huir todo lo lejos que pudiese del lobo, pero no podía, él me seguía. En algún momento de la carrera, la linterna se escurrió de mi mano y cayó al suelo, pero yo seguí corriendo a ciegas. Mis zapatillas se salieron de mis pies y quedé descalza. Mi bata se me enganchó en una rama o un matorral, y me vi obligada a quitármela para no darle demasiado tiempo de ventaja al lobo. Una raíz que sobresalía de la tierra se interpuso en mi camino y me hizo caer, pero no tardé ni un segundo en volver a levantarme. Cada vez, mi sueño se volvía más realidad, y eso no me gustaba nada de nada.
En algún momento de la persecución, la presencia que sentía detrás de mí se difuminó. Estaba dispersa, pero también era mucho más leve. No sabía si era una trampa o algún tipo de truco, pero tuve que parar para recuperar el aliento. Como siguiera corriendo así, me daría un infarto. Me detuve y apoyé las manos en mis rodillas, jadeando e hiperventilando. Estaba realmente cansada, pero si tenía que volver a correr, haría uso de mis últimas fuerzas para ello. Tras unos minutos, volví a ponerme erguida. Miré a mi alrededor, dando vueltas y escrutando la maleza. Podía escuchar los sonidos de la tierra y las ojas secas al ser pisadas. Ese lobo aún no se iba, y el pánico no abandonaba mi ser. Si seguía así, cruzaría el límite de mi cordura.
De repente, sentí a algo o alguien justo detrás de mi. Eso fue lo que rompió mi estabilidad. Tocó mi hombro, todo con rapidez. Sólo pude gritar antes de que mis rodillas se doblasen y mis párpados pesasen tanto que no pude seguir manteniéndo mis ojos abiertos. Unos brazos me sujetaron antes de que cayera por completo en el suelo.
- ¡Anna!-fue lo último que escuché antes de perder la conciencia.
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Wolf
Teen FictionArianna Elisabeth Smith. Una chica con un presente normal, un futuro por venir, y un oscuro pasado. ¿El causante? Emily. Sus miedos: El bosque. La oscuridad. Los lobos. Ella les teme más que a nada en el mundo. Pero... ¿puedes enamorarte de tus mie...