Wet kisses

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Y allí estaba yo, en aquel enorme gimnasio polvoriento y apestoso, cumpliendo el castigo que el Señor. Walker me había asignado. Ya era viernes de nuevo. Sí, viernes. El resto de los días nos los pasamos intentando que Joshua y su familia no me demandaran. Al final, decidimos que sería mejor dejarlo, ya que él también me había agredido anteriormente. Supongo que no les apeteció meterse en problemas. Cosas buenas de tener un padre policía, supongo.

Había llegado al gimnasio justo después de comer algo. Si no me alimentaba, desfallecería incluso antes de empezar. Yo era así, necesitaba ingerir para rendir. Ya sabéis, por todo eso de que amaba la comida y era un pozo sin fondo cuando de eso se trataba.

El equipo de atletismo estaba entrenando allí. Puede que en otros institutos, sobretodo en los de ciudad, los equipos más destacados fuesen los de fútbol, los de baloncesto, los de rugby o incluso los de béisbol; pero en Full Moon High, las estrellas eran los atletas. Aquí, los chicos eran rapidísimos. Habían competido con equipos de instituto de toda Irlanda del Norte y siempre habían quedado en una muy buena posición. En realidad, la vitrina de los trofeos de la escuela estaba llena en su mayor parte por premios de atletismo. Y claro, cómo no, Joshua era su orgulloso capitán. Aún así, también teníamos equipos de fútbol y baloncesto.

En fin. El equipo de atletas estaba corriendo, el entrenador gritando y yo limpiando las gradas. Ya le había quitado la mugre a casi todo el almacén -eso incluía potros, bancos suizos, pérdigas, discos, pelotas de varios deportes, etc- y eso, aunque no lo pareciera, cansaba. Algunos chicos me lanzaban miradas lascivas de vez en cuando, pero yo les respondía con una desagradable mueca de asco e indiferencia. Ya sabéis, mi típico carácter frío.

Pues eso. Me encontraba abrillantando las gradas del gimnasio cuando una alta y delgada presencia me hizo levantar la cabeza. Lina estaba allí, con sus ropas de fresca, sus altos tacones, su largo cabello rubio, sus aires de superioridad y su gran ego. Sólo de verla se me revolvieron las tripas. Eso provocó que otra mueca asqueada apareciera en mi cara.

- Me complace ver que practicas para tu futuro como limpiadora-dijo con su voz chillona y una risita.

- Y a mí me decepciona que no practiques chupando el palo de la fregona-contesté sin darle mucha importancia y bajando la vista a la balleta.

- Escúchame, pequeña Smithy-se agachó hasta quedar más o menos a mi altura-. A nadie le ha gustado que le pegaras a Joshua. A mí menos.

- ¿Y?-no la miré.

- Que te estas jugando el pellejo, niñata. Y no te acerques al conserje, ¿me oyes? Es mío.

- ¿Perdona?-esta vez si que enfrenté mi chocolateada mirada a la suya azul- No tienes derecho a decir eso. Que yo sepa, Lobo no tiene escrito tu nombre en ninguna parte.

- No, mi nombre no. Pero pronto tendrá las marcas de mis uñas en todo su cuerpo-no dijo nada más, solo se levantó y se fue.

Puag, cuando dijo eso me entraron ganas de potar. ¿Cómo alguien podía ser tan asquerosa y arrogante? Ese tipo de personas me repugnaban. Y si esa idiota creía que me iba a alejar de Lobo, la llevaba clara. Sí, no me gustaba mucho seguir ordenes y obedecer normas. Yo era así.

Preferí olvidar la estúpida conversación que acababa de tener con Lina y volver a mis tareas. Así que agarré de nuevo el paño y continué limpiando las gradas

                                                                                       ***

Odiaba eso. Dos horas, dos malditas y largas horas con aquel castigo, limpiando ese mugriento gimnasio. Bueno, con el gimnasio ya había terminado. Pero lo peor aún estaba por venir, ¿y qué podía ser peor que el gimnasio? Exacto, los vestuarios. Pero no un vestuario cualquiera, no. Hablo de los vestuarios masculinos. Los de las chicas no me importaban, como mucho lo más molesto eran las compresas y los tampones usados en las papeleras, los váteres y las cisternas -sí lo sé, asqueroso-. Pero el vestuario de chicos era la cosa más repugnante y asquerosa que podía haber en el mundo. Una vez entras el él, nunca sabes cuando saldrás ni que podrías encontrarte.

WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora