Desperté a causa de los rayos de sol que se colaban por las cortinas de mi habitación e iban a parar justo en mi cara. Gruñí y me di la vuelta, dándole la espalda a la luz, pero no me fue posible volver a conciliar el sueño. Algo molesta, me levanté de la cama y me coloqué mis zapatillas en los pies. El camisón que solía usar de vez en cuando por esas fechas -no me importaba que fuera casi invierno y que me congelara, era de mi madre y me recordaba a ella. La necesitaba demasiado en las vísperas del aniversario- estaba lavándose, por lo que llevaba puesto unos pantalones largos de pijama y una camiseta vieja blanca de mi hermano que me quedaba enorme. Una brisa fría que entraba por la ventana me hizo estremecerme, por lo que agarré una cálida bata azul turquesa con lunares blancos que tenía a los pies de la cama y me la puse. También desenredé un poco mi melena con los dedos. No quería bajar y que Dylan o mi padre me confundieran con Simba, el protagonista de El rey león.
Ahora, mucho más tapada y arreglada, bajé a la cocina para prepararme algo de desayuno. Al entrar en la cocina, saqué el tostador del armario, corté unas rebanadas de pan, saqué del frigorífico mermelada de melocotón y de fresa, exprimí unas naranjas para hacer zumo y calenté leche en el microondas. También puse los cubiertos en la mesa de la cocina. Una vez listo todo, serví la comida y empecé a comer.
Apenas le había dado un par de mordiscos a mi tostada cuando escucho la puerta de la entrada abrirse. Dejé mi comida en el plato, me levanté y con cuidado, asomé mi cabeza por la puerta. Tuve que reprimir una risa al ver a Dylan, totalmente despeinado, con ojeras, cara de dolor, la ropa descolocada y los zapatos en la mano tratando de no hacer ruido -lo que era cómico, ya que eso sólo se hace cuando se lleva tacones y mi hermano, obviamente, no llevaba-. Hasta andaba de puntillas y todo. Ya estaba por llegar a las escaleras cuando mi Anna malvada interior salió al exterior y quiso darle un pequeño susto.
- ¡Dylan!-exclamé. Él dio un pequeño gritito de niña por la impresión, soltó los zapatos, tropezó y cayó de espaldas al suelo. No pude más y estallé en una brusca y bastante sonora carcajada.
- Auch...-se quejó él con los ojos cerrados sobándose la nuca, aún tirado en el suelo- No hace gracia Beth-me dijo cuando calmé mi ataque de risa y abrió un ojo hacia mí.
- Lo siento-le ayudé a levantarse y fuimos a la cocina. Él se sentó a la mesa mientras que yo le preparaba algo de comer, le llenaba un vaso de agua y buscaba alguna pastilla para el dolor de cabeza-. Con que jaqueca... ¿eh?-dije para romper el silencio y le serví todo lo anteriormente nombrado.
- ¿Tanto se nota?-se tomó el agua junto con la pastilla.
- Un cartel de neón de un bar barato de ciudad en una noche oscura se notaría menos que los actuales efectos de tu reciente pero pasada borrachera.
- Wow hermana, ¿no te había mencionado nunca lo bien que puedes hablar cuando te lo propones?
- No, y no me cambies de tema. ¿Qué hiciste ayer en la fiesta? ¿Dónde pasaste la noche?
- Me quedé a dormir con Lauren en su casa. Y... bueno, hicimos lo típico que se suele hacer en esa clase de fiestas. Sin pasarnos, claro.
- ¿Estás seguro que sólo dormísteis?-entrecerré mis ojos hacia él.
- Bueno... tal vez disfrutáramos un poco más de la noche antes de hacerlo... Pero te juro que es ahí donde me quedé a dormir.
- Okey no hace falta que me jures nada, te creo.
- Gracias. ¿Le contarás a papá?
- Seré buena y te haré el favor de mantener la boca cerrada, pero que sepas que me debes una y bastante gorda.

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Wolf
Teen FictionArianna Elisabeth Smith. Una chica con un presente normal, un futuro por venir, y un oscuro pasado. ¿El causante? Emily. Sus miedos: El bosque. La oscuridad. Los lobos. Ella les teme más que a nada en el mundo. Pero... ¿puedes enamorarte de tus mie...