Arianna Elisabeth Smith. Una chica con un presente normal, un futuro por venir, y un oscuro pasado. ¿El causante? Emily.
Sus miedos:
El bosque.
La oscuridad.
Los lobos.
Ella les teme más que a nada en el mundo. Pero... ¿puedes enamorarte de tus mie...
Un extraño pitido interrumpió mi sueño. Demonios, con lo que me costó conciliar el sueño. Esa noche dormí fatal. El bosque, la oscuridad y los lobos habían protagonizado mis pesadillas toda la noche. Eran las cuatro menos cuarto de la tarde y yo seguía en la cama. Lo necesitaba, necesitaba aquello. Dormir hasta que volviese a esconderse el sol y salir la luna. Pero claro, tenía que llegar alguien y arruinarme mi momento llamándome al maldito móvil. Gruñí y maldecí varias veces antes de tomar mi teléfono y descolgar para responder.
- ¿Quién demonios es?-respondí de mala manera.
- Wow Beth, si llevas demasiado tiempo sin sexo no es mi culpa-reconocí la voz de Lauren a través del altavoz.
- Ya, ja ja, muy graciosa. ¿Para qué llamas?
- ¿Puedo pasarme por tu casa hoy?-hasta sin verla supe que estaba poniendo su cara de niña buena/ inocente.
- Lauren estoy muy...
- Llevaré pizza.
- Te espero en treinta minutos-escuché su risa y colgué.
Ese truco nunca fallaba. Tráeme comida, y te amaré por siempre. Sinceramente, yo no era de esas chicas que estaban obsesionadas con la dieta, el deporte y la comida sana. O sea, me gustaba el deporte y estaba delgada, pero no era ninguna obsesa. Es más, cuando estaba con Karah y Lauren, hacíamos guerra de eructos. No sería muy femenino, pero era divertido.
Me levanté de mi cómoda y confortable cama sin ganas y dirigí mis perezosos pasos hacia el baño. Una vez allí, me desvestí y tomé una rápida y caliente ducha. El dolor de mi cabeza seguía estando presente pero más disimulado.Salí a mi cuarto envuelta en una toalla y saqué la ropa que me pondría a continuación. Eran tan solo una camiseta blanca de tirantes, unos pantalones vaqueros claros, una botas de lana gris y un cárdigan del mismo material y color. Cepillé mi cabello castaño y bajé al escuchar la puerta. La abrí y allí estaba Lauren, con dos humeantes, aromáticas y preciosas cajas de Nando's. Sin saludarla siquiera, cogí los cartones y corrí a la cocina con ellos.
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- Hola a ti también-rió y pasó, cerrando la puerta-. Saca ahora mismo la Coca-Cola o sufrirás las consecuencias-se tiró en el sofá y solté una carcajada. Volví de la cocina con las pizzas, platos, refresco y vasos. Oh, y servilletas, no queríamos un estropicio. Sin más palabras, empezamos a engullir.
- ¿Tu padre trabaja?-preguntó, con la boca llena.
- Traga antes, asquerosa-rió-. Sí, dijo que se quedaría hasta tarde y que no lo esperásemos.
- ¡Genial!
- ¿Tan mal te cae mi querido y cariñoso padre?-me hice la ofendida.
- No es eso boba, pero no permite que nadie se acerque a su bodega y a sus licores de alta calidad. Y si él no está...
- Lauren, son las cinco y media. Como beba alcohol ahora me estallará la cabeza.
- Sosa-bufó y siguió comiendo. Rodé los ojos divertida y ataqué mi trozo de pizza.