Una ligera brisa gélida me enfriaba la cara, haciéndome despertar. Abrí mis ojos un poco y miré a mi alrededor. Estaba tapada por las mismas mantas de anoche, solo que ahora me faltaba la fuente que más calor me daba mientras dormía. Lobo no estaba a mi lado, ni tampoco en la cabaña. Me senté y miré por la ventana. Descubrí que estaba entreabierta, por eso sentía frío. Si lobo no estaba en la choza, significaba que había salido.
Con la mirada, busqué mi ropa. La encontré perfectamente doblada en la mecedora. Hasta mis bragas estaban allí. De sólo pensar que él las había tocado y colocado bien, se me subían los colores. No es agradable imaginarte a un chico con el que acababas de tener sexo doblándote la ropa interior.
Me levanté, dirigiéndome hacia el asiento donde se encontraba mi ropa. La tomé y me la puse. Mi camisón estaba algo sucio, pero lo que más me preocupaba era el frío que tenía con él puesto. Cogí una de las mantas del suelo y me la eché por los hombros. La acaricié. Era la misma piel que me había llamado la atención la noche anterior. Seguía preguntándome lo mismo: ¿de qué animal sería? Obviamente no era sintética. Bueno, ya se lo consultaría a Lobo.
Exploré un poco la cabaña, caminando por ella. El fuego que crepitaba en la chimenea y me daba calor, había sido extinguido y sustituido por un montón de ceniza y un par de trozos de leña medio carbonizados. Las ventanas estaban empañadas, debido al frío gélido que debía de hacer afuera. Un olor captó mi atención, y al mirar, descubrí un plato con dos huevos fritos y cuatro lonchas de bacon y un vaso con zumo de lo que supuse que era naranja. Me acerqué y tomé una nota que se hallaba al lado de los cubiertos. Estaba escrita con una letra recta, con palabras algo separadas entre ellas y curvadas hacia arriba, debido de que no había renglones para ordenar las palabras. Al instante supe por quién había sido escrita: Lobo. La leí:
"He salido a dar resolver unos asuntos. Te veías muy tranquila durmiendo, así que no quise despertarte. No te preocupes, volveré antes o poco después de que te despiertes. Te dejo el desayuno en la mesa, no es nada especial pero espero que te guste.
Lobo."
Sonreí inconscientemente. Me senté en una de las sillas y empecé a comer. En cinco minutos, ya había vaciado y hasta rebañado el plato por completo. No me había dado cuenta antes, pero estaba hambrienta. Al termina con mi desayuno, me levanté y apilé los cubiertos, pero los dejé ahí por la falta de un fregadero o un lavavajillas donde meterlos. Durante un rato, me dediqué a deambular sin sentido por el lugar. Ordené las mantas, limpié las cenizas que se habían salido de la chimenea, curioseé los adornos de las paredes... Pero Lobo seguía sin volver, y yo ya me sentía bastante aburrida e incluso un poco preocupada. Miré la puerta. Podría salir... pero sólo de pensar en la idea se me ponía la piel de gallina. Me abofeteé mentalmente. Vamos, Anna, ¡no puedes estar escondida de tus miedos toda la vida! Vamos, ¡hazles frente! Me armé de valor y, antes de que me pudiese arrepentir, salí afuera.
En cuanto puse un pie en el porche, una helada brisa hizo que un escalofrío me recorriera de los pies a la cabeza. Teniendo en cuenta las pocas capas de ropa que llevaba, tal vez no hubiera sido tan buena idea como me parecía en un principio. Me aferré con más fuerza a la piel que llevaba sobre los hombros y me senté en los escalones. Miré a mi alrededor. Realmente era bonito. Los pinos se alzaban hacia el cielo imponentes, y la tierra húmeda estaba cubierta por hojas secas y hierbajos. Quitando el claro en donde se encontraba la cabaña, el resto del terreno era un laberinto de enormes y macizos árboles. El cielo estaba tapado por nubes grisáceas, y una leve niebla se había levantado.
Una mota blanca y fría se posó de repente en mi nariz. Tras esas, le siguieron otras cuantas más. Al levantar la vista, confirmé lo que estaba sospechando: nieve. Estaba nevando. Me levanté con una sonrisa de oreja a oreja. Siempre, desde niña, me volvía como loca cuando nevaba. Las guerras de bolas de nieve y hacer muñecos de esto mismo era uno de los placeres más grandes que la vida podía darme. Caminé un poco. Esa pequeña alegría me había animado a explorar un poco más.
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Wolf
Fiksi RemajaArianna Elisabeth Smith. Una chica con un presente normal, un futuro por venir, y un oscuro pasado. ¿El causante? Emily. Sus miedos: El bosque. La oscuridad. Los lobos. Ella les teme más que a nada en el mundo. Pero... ¿puedes enamorarte de tus mie...