A pesar de mi extraña apariencia, nunca tuve problemas para recibir atenciones de distintos pretendientes, no sólo hombres, sino que también un par de mujeres. En mis cortos diecisiete años, muchas personas me cortejaron creyendo que eventualmente me casaría con ellos. En ese sentido, ya había recibido varias propuestas de matrimonio, aunque en mis recuerdos no albergaba una que fuera memorable.
Ninguno me amó de verdad, sólo querían acceder a la vida cómoda de la realeza.
Siempre supe que debía casarme, ese era uno de mis deberes como futura reina, pero de alguna manera, aquel evento lo veía como algo muy lejano. Hasta el momento, no había tenido que preocuparme por eso, aunque a juzgar por cómo se movía el tablero de juego, las cosas estaban cambiando.
Necesitaba distraerme, por lo tanto, hice espacio en mi agenda para ir a la biblioteca. Había pasado un tiempo desde la última vez que visité a Armant. Debido al trato que hicimos para que yo participara en el nefasto juego del laberinto, conseguí un asistente joven para que trabajara junto a mi querido amigo.
Davi apenas tenía quince años, pero estudiaba en la misma escuela donde Armant se graduó para convertirse en bibliotecario. Era un chico pelirrojo con pecas, delgado como un palo y bastante alto, característica que le permitiría alcanzar los libros que estaban fuera de alcance para su anciano maestro.
Su carácter amable y solícito era ideal, porque tenía la paciencia para ayudar a Armant cuando se desorientaba o se enfadaba al olvidar dónde dejaba un tomo específico. Además, se sentía honrado de que la princesa en persona lo hubiera contratado. Si en algún momento me tuvo miedo, por fortuna esa etapa quedó atrás.
Con mi escolta de soldados siguiéndome, empujé las puertas de roble. Me sentí como en casa al percibir el aroma familiar de libros y pergaminos. Las cortinas de terciopelo oscuro estaban abiertas, permitiendo que entrara la luz natural en la oscura y polvorienta biblioteca. Aunque tal vez no estaba tan sucia como recordaba. Pasé los dedos por una repisa, comprobando que la cantidad de polvo era mucho menor que la última vez que estuve ahí.
Todo aquello era obra de Davi, no me equivoqué al traerlo al castillo.
El espacio estaba cambiado para mejor, pero me imaginaba que Armant no debía estar muy contento con los arreglos. Detestaba que se metieran con sus cosas y ordenaran su mesa de trabajo, ni siquiera a mí me consentía tocar sus pertenencias, aunque estaba segura de que en el fondo valoraba la dedicación de su joven aprendiz.
Con suerte alcancé a caminar un par de metros adentrándome en la biblioteca cuando encontré a Davi encaramado a una escalera. Estaba registrando la parte más alta de una estantería abarrotada, sin duda tratando de poner un poco de orden. Al verme, me sonrió ampliamente y saludó agitando una mano.
Tenía un aspecto tan inocente e infantil que para mí todavía parecía un niño, aunque poco a poco estaba dejando de serlo. Sólo teníamos dos años de diferencia, aunque por alguna razón me sentía más adulta que él. Lo cual era una tontería, porque Davi trabajaba incluso más que yo a pesar de su corta edad.
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Corazón Etéreo
Fantasy¿Los monstruos nacen o son creados? A todos los niños les han leído el mismo cuento antes de ir a dormir. En tierras lejanas, caballeros de brillante armadura y princesas de corazones nobles se enfrentan al villano, derrotan el mal y viven felices p...