Capítulo 13

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Luego de una noche de descanso sin interrupciones, por la mañana devoré el desayuno que me sirvieron en la taberna y volví a salir a la calle. En mi tercer día, decidí probar una nueva filosofía. Me propuse procesar un día a la vez, evitando pensar qué sucedería al día siguiente o dentro de una semana, porque eso aumentaba mi estrés.

Todavía no averiguaba cómo se llamaba este mundo, por lo tanto, la única forma de enterarme sin preguntar directamente, era escuchar conversaciones ajenas. Me dirigí al mismo mercado que visité el día anterior y me apoyé contra la pared, aunque procuré situarme lejos de la vista de los soldados. Fingía estar esperando a alguien, pero en realidad, prestaba atención a todo lo que decían a mi alrededor.

Lo primero que descubrí, fue que este mundo se llamaba Lithoria. El nombre no me decía nada, había estudiado cada libro de la biblioteca de Armant y jamás encontré algo que aludiera a Lithoria. Era tan poca la información que teníamos sobre los monstruos, que ignorábamos por completo de dónde provenían. Sin embargo, ahora lo sabía y si tenía suerte, podría volver y entregar mi testimonio para que quedara registro de ello.

También aproveché la ocasión para estudiar cuál era el efectivo oficial. Me fijé en los intercambios que se realizaban en los puestos, cuando la mercancía cambiaba de manos y se entregaba el dinero para pagarla. Logré descifrar que no utilizaban billetes, sino que tres tipos de monedas: una pequeña de cobre, otra mediana de plata y una grande de oro. Como solía ocurrir, estas últimas eran las más valiosas y codiciadas.

No me haría mal apropiarme con algunas de ellas.

Estaba aprendiendo muchísimo a una velocidad vertiginosa, incluso yo me asombraba de mis progresos, no era una princesa inútil después de todo. Desde mi ubicación en el mercado, podía divisar la silueta recortada de la fortaleza a la distancia. Apenas llevaba un día en esta ciudad, pero ya entendía que estaba compuesta por ocho distritos, cuidadosamente definidos y separados unos de otros.

Mientras la miraba, no pude evitar preguntarme qué personaje importante viviría entre sus paredes, lo más probable es que fuera el comandante encargado del gobierno de esta ciudad. Si este mundo tenía un rey, dudaba que la base de su gobierno estuviera establecida aquí. Entonces se me ocurrió una idea. Si robaba un mapa, podía llevárselo a Cordelia y pedirle que me enseñara todo, quizás había un modo de volver a Miradan.

Si realmente pretendía hacer eso, necesitaba inventar una historia que fuera creíble. Empecé a caminar, buscando algo parecido a una biblioteca. En este mundo brutal y fantástico, poblado por monstruos incivilizados, no esperaba que sus habitantes fueran inteligentes o cultos. No me sorprendería si es que no era capaz de encontrar un mapa.

Aunque si había elfos, tal vez podría albergar esperanzas. En general, los elfos eran famosos por ser seres tremendamente sabios. Poseen un vasto conocimiento que abarca una variedad importante de temas. Prácticamente eran enciclopedias con piernas. Si mi teoría era cierta, entonces era posible que existieran los libros.

Dioses, cómo extrañaba a Armant y Davi.

Finalmente encontré una librería, pequeña pero acogedora. Al entrar en la tienda, me acerqué al elfo que organizaba los textos en los estantes. Había otros dos clientes, pero el elfo ni siquiera se fijó en mí. Estaba a punto de abrir la boca cuando vi un mapa clavado en la pared. Para mi horror absoluto, estaba escrito en una lengua que no conocía. Por más que miré fijamente el pedazo de papel, no pude descifrar las letras y otorgarle un sonido.

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Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora