Capítulo 43

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No importa cuántas veces me lo repetí a mí misma: no estaba lista para volver a Basilea.

En cuanto crucé el portal y el dragón aterrizó en el patio de la fortaleza, me encontraba sola de nuevo en un entorno que amenazaba mi vida todos los días. El ejército todavía se encontraba lejos de la ciudad al otro lado de las murallas, marchando lentamente en dirección al distrito militar. Yo preferí adelantarme para no hacer esperar por más tiempo al emperador, pero la verdad es que hubiera dado cualquier cosa por retrasar mi llegada.

Daemon estaba en el salón del trono y su rostro se iluminó al verme. Se levantó de la silla, descendió los escalones de la tarima y me abrazó. Luego, sostuvo mi rostro entre sus manos para mirarme directo a los ojos. Me extrañó su actitud, porque jamás lo había visto demostrar tanto afecto, pero supongo que este recibimiento era normal después de pasar tres meses separados. Con esfuerzo, le devolví la sonrisa.

—Mi querida prometida Alanys, me alegra tenerte de vuelta en perfecto estado—Exclamó, contento—

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—Mi querida prometida Alanys, me alegra tenerte de vuelta en perfecto estado—Exclamó, contento—

—¿Todo bien por aquí?—Pregunté, nerviosa e incómoda—

—Por supuesto, en mi imperio las cosas siempre están en orden—Respondió, egocéntrico—

Daemon tomó mi mano y me hizo girar en una vuelta completa para admirarme.

—¿Quieres que te cuente detalles de cómo nos fue en la guerra?—Interrogué, mordiéndome el labio—

—No hace falta, ya he hablado con Myra—Negó con la cabeza, divertido—

—¿Qué? ¿Cuándo? Pero si acabamos de llegar, es imposible—Protesté, desconcertada—

—Tan pronto como cruzaron el portal me entregó un informe con todo lo que necesito saber—Explicó, suspirando profundamente—

—¿Y no te interesa escuchar mi experiencia personal?—Indagué, impactada—

—Siendo honesto, solo quiero recuperar el tiempo perdido contigo y hablar de los preparativos para la boda—Confesó, esbozando una mueca de hastío—

Sus palabras fueron como una patada en el estómago. No pude evitar fruncir el ceño en claro disgusto, pero aparté la mirada para que el emperador no lo viera. Él se enfadaría muchísimo si se daba cuenta de que no estaba exactamente saltando de felicidad por volver a mi cárcel con barrotes de oro. Además, recordé que ahora podía sentir cada una de mis emociones y leerme mejor que nadie.

Escuché la voz de Harin en mi mente, aconsejándome que tuviera cuidado.

—Muy bien, pasemos a temas más importantes, dime qué has planeado—Pedí, lamiéndome los labios—

—He pensado que en lugar de una celebración masiva, podría ser una ceremonia privada. Donde solo asistan nuestros amigos más cercanos que actúen como testigos—Explicó, tornándose serio—

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora