Capítulo 32

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A la mañana siguiente, tan temprano que aún no amanecía, la comitiva de viaje y yo estábamos en el patio de la fortaleza. Aren bostezaba a mi lado, afirmando su pequeña mochila en su espalda. El chico no estaba para nada contento de estar levantado tan temprano, pero no podíamos perder más tiempo. Myra estaba ladrando las últimas instrucciones a sus hombres mientras esperábamos al emperador.

―Explícame otra vez por qué voy yo―Pidió Aren, arrugando la nariz―

―El emperador lo decidió; además deberías alegrarte, no creo que quieras quedarte solo con Ürsa―Respondí, alzando una ceja―

―Sí, tienes razón, prefiero que me mate un basilisco―Afirmó Aren, sacudiéndose un escalofrío―

Solté una risita y revolví su cabello negro.

Cuando Daemon apareció, la comitiva se inclinó en una profunda reverencia. Mi lado desafiante me impidió inclinarme, en el fondo yo era una princesa y sería reina si no hubiera sido arrastrada hasta este mundo. Alanys Thorne no bajaba la cabeza ante nadie. Incluso si el hombre en cuestión tiene el poder absoluto sobre mi vida. El emperador se situó frente a mí con una sonrisa de resignación, le gustaba mi rebeldía.

―Los transportaré hasta Seterra, luego tendrán que continuar a caballo hacia el interior―Anunció Daemon, su voz suave como el terciopelo―

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―Los transportaré hasta Seterra, luego tendrán que continuar a caballo hacia el interior―Anunció Daemon, su voz suave como el terciopelo―

―De acuerdo, con eso nos ahorrarás una semana de viaje―Agradecí, asintiendo con la cabeza―

―Extiende tu mano―Pidió Daemon, bajando la mirada―

Obedecí y estiré mi brazo derecho sin titubear.

Este era el instante que tanto anhelé las últimas horas. Por fin me entregaría mi magia. Mi corazón latía desbocado en mi pecho, feliz ante el mero pensamiento de sentir aquel poder ancestral correr por mis venas. El emperador estiró su mano izquierda y aferró mi muñeca con los dedos. Con un gesto, me indicó que lo imitara y lo hice con determinación.

Al segundo de tocarnos, fue como si una descarga eléctrica fluyera desde él hacia mí. No era doloroso, pero me sorprendió un poco, no esperaba que el traspaso de poder se sintiera así. Mi cuerpo lo absorbió y un cosquilleo estimulante recorrió mi piel, la magia ajustándose en mi interior a medida que se extendía por mis extremidades. Una sonrisa lenta se estampó en mi boca ante el sentimiento familiar y Daemon me guiñó un ojo.

Me habría encantado hacerle daño, pero aquel poder apenas era una gota en comparación a lo que poseía antes. Este no era el momento, todavía era muy pronto para lanzar mi venganza y verlo retorcerse a mis pies como una hormiga. Necesitaba más poder y encontrar el punto débil del emperador para golpearlo donde más le duele. Como si intuyera la dirección de mis pensamientos, el emperador soltó mi mano.

―Buen viaje―Concluyó Daemon, despidiéndose―

La transportación ocurrió tan rápido como un parpadeo, estábamos en el patio de la fortaleza y al instante siguiente, en las lejanas montañas del norte. No quería admitirlo, pero fue una demostración impresionante de magia. Ignoraba que eso podía hacerse, pero me gustó, resultaba tremendamente útil para ocasiones como esta.

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora