Capítulo 19

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Esa mañana se cumplieron cuatro meses desde que llegué a Lithoria. Busqué debajo del colchón de mi cama el papel donde llevaba anotada la cuenta, marcando una línea con el pedazo de carbón que usaba a modo de lápiz.

Si no fuera porque tachaba cada día que pasaba, estaría totalmente perdida en el tiempo. Para mí era importante saber ese tipo de cosas, me ayudaba a conservar la cordura en medio de mi vertiginosa vida. Además, significaba que quedaban otros tres meses para el torneo, un parpadeo si hablamos de entrenamiento.

Amarré mi cabello en una larga trenza que caía por mi espalda, me coloqué el delantal encima del vestido de sirvienta y abandoné mi habitación. Después de un breve desayuno, comencé con mis tareas de limpieza por el burdel. Ya no me costaba tanto como antes, no sólo era veloz para ordenar un cuarto tras otro, sino que tenía la fuerza suficiente para subir y bajar escaleras toda la mañana cargando pesadas sábanas.

Era increíble lo que el ejercicio podía lograr, me sentía imparable.

Esa tarde, en lugar de dirigirme al patio para entrenar como de costumbre, Senna nos ordenó reunirnos con ella en su oficina. No había hablado con la cortesana hace tanto que por poco olvidé lo exasperante que era. Lo recordé de inmediato cuando me senté en una silla frente a su escritorio, Harin estaba de pie a mi lado. Él nunca se sentaba en ninguna parte, excepto para comer. Por eso daba la impresión de siempre estar en guardia.

―Esta noche es importante, te presentaré ante los integrantes de "La Horda de Acero"―Anunció Senna, cortante y directa―

En mis tres meses como prisionera de Senna, había reunido un pedazo de información tras otro hasta formarme una idea en mi cabeza de sus planes. La coalición bajo la cual se estaba organizando la rebelión en contra de los Vrag se hacía llamar "La Horda de Acero" y participaban las siete razas del imperio assuriano.

Cada raza eligió a un delegado que los representa en las reuniones, comunica sus posturas y entrega sus opiniones. Para transmitir las instrucciones al resto de la coalición, estos voceros se encuentran una vez a la semana, siempre por la noche en escondites secretos. Por seguridad, estos nunca se repiten.

Era una colectividad donde comparten el poder de decisión entre siete, bastante democrático y estructurado, considerando lo salvaje que es Basilea. Después de décadas e incluso siglos de conversaciones y avances sellados a medianoche, finalmente alcanzaron un acuerdo en común: había llegado el momento de actuar.

Decidieron atacar en el Torneo Obsidiana, utilizándome a mí.

―¿Qué quieres que haga?―Pregunté, dispuesta a cualquier cosa―

―Nada, los demás sólo desean conocerte, verte con sus propios ojos―Contestó Senna, sacudiendo la cabeza―

―No tengo problema con decirles unas palabras, se me da bien hablar en público―Comenté, alzando una ceja―

―Eso no será necesario, pero es bueno saberlo―Asintió Senna, reflexionando―

Intenté no frustrarme con sus reiteradas negativas, pero no era sencillo.

―Tal vez podría hacer una demostración de mi entrenamiento―Ofrecí, encogiendo un hombro―

―Será mejor que guardes tus cartas para el torneo, no muestres nada de lo que puedes hacer―Aconsejó Senna, entrecerrando los ojos―

―¿Entonces cuál será mi misión?―Interrogué, impaciente―

―Verte hermosa y mantener la boca cerrada―Indicó Senna, esbozando una media sonrisa―

Básicamente, la cortesana me estaba pidiendo lo mismo que mi madre, mi institutriz y cualquier persona en Valoria cuando era una princesa. Apreté los dientes con tanta fuerza que no me sorprendería que Senna y Harin pudieran oírlos rechinar.

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora