Estaba en el tejado de un viejo taller abandonado, cerca del distrito militar, contemplando la fortaleza frente a mis ojos. Escogí aquel lugar en particular por su cercanía envidiable, además de que permanecía vacío. Nadie me molestaría por estar holgazaneando y si alguien llegaba a aparecer para echarme a patadas, tampoco podrían verme, porque me encontraba en un lugar que justo actuaba como punto ciego para los transeúntes.
Ese día el clima no era tan despiadado, hacía frío como siempre, pero al menos no nevaba. El sol brillaba en lo alto entre las nubes, asomando sus rayos de vez en cuando para calentar mi rostro, helado por el viento. A pesar del hambre constante, me sentía bastante cómoda allá arriba, por encima del ajetreo de la ciudad.
Había pasado las últimas dos horas estudiando a consciencia la inmensa construcción, tratando de buscar un punto débil. Basilea estaba rodeada por una basta muralla que contaba con nueve puertas, controladas por soldados que revisaban a todo aquel que entraba y salía. La fortaleza por otro lado, estaba separada del resto de la ciudad por su propia muralla. Para llegar a ella, además debías cruzar un foso por medio de un puente levadizo.
Militarmente hablando, el emperador estaba muy bien protegido y aislado. Eso sería un problema, porque mi objetivo era infiltrarme en la fortaleza. Por suerte, las lecciones tácticas de guerras pasadas finalmente eran de utilidad. Mis maestros se empeñaron tanto en que las aprendiera, jamás imaginé que realmente recurriría a ellas. Gracias a eso, si había algo que entendía bien, era cómo atacar una fortaleza con un ejército.
Por supuesto, tomarla en solitario era distinto. La operación completa dependía de mí, no podía trazar una estrategia y enviar un escuadrón de soldados para comprobar si funcionaba. La que estaría en primera línea arriesgando la vida sería yo. Eso sin considerar que una cosa era la teoría y otra muy diferente la práctica.
Si los Vrag eran los únicos que poseían magia, significaba que solo ellos podían conjurar un portal al mundo humano. No era lo ideal obligar al emperador a que me ayudara, pero no disponía del tiempo ni los recursos para buscar a un comandante de otra región para forzarlo a hacer lo mismo. Para qué pasar por tantas molestias cuando en Basilea tenía a un poderoso demonio de sangre pura. Estaba justo ahí, tan cerca que casi podía tocarlo.
No pude evitar sonreír, tal vez finalmente había perdido la cabeza.
Se me ocurrían un millón de razones por las que este plan no podría tener éxito. Era arriesgado porque no contaba con ningún tipo de entrenamiento. Por ejemplo, si lo intentaba ahora, los soldados me atraparían en el acto y luego me ejecutarían. Al menos, eso es lo que haría como reina si descubrieran a intrusos colándose en mi castillo.
Ignoraba cómo infiltrarme en cualquier parte con sigilo, recién estaba aprendiendo a escalar paredes para subir al techo de casas pequeñas y talleres bajos. Tampoco lo hacía bien, apenas era principiante en esto de moverme como delincuente. Quizás cuánto me tomaría estar lista para escabullirme en una fortaleza tan vigilada. No, primero necesitaba practicar más, conseguir ropa adecuada y armas acordes a la situación.
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Corazón Etéreo
Fantastik¿Los monstruos nacen o son creados? A todos los niños les han leído el mismo cuento antes de ir a dormir. En tierras lejanas, caballeros de brillante armadura y princesas de corazones nobles se enfrentan al villano, derrotan el mal y viven felices p...