Capítulo 26

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En el día, la rutina del coliseo era simple, mecánica y seguía un horario muy estricto. Mientras algunos eran seleccionados para trabajar en la huerta que nos alimentaba, los demás debían practicar en la arena de combate. Se supone que debíamos entrenar entre nosotros, formando equipos o parejas, dependiendo de lo que el capataz dictara.

Era extraño estar en la elipse con las graderías vacías, sin un público que gritara enardecido. El silencio y la quietud era absoluto, no volaba una mosca y tampoco se levantaba el viento. Incluso el sonido característico de la ciudad quedaba aislado entre las gruesas paredes que se elevaban a nuestro alrededor.

Por desgracia, el verano ya había comenzado y el sol brillaba en lo alto de un cielo profundamente azul, despejado de nubes

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Por desgracia, el verano ya había comenzado y el sol brillaba en lo alto de un cielo profundamente azul, despejado de nubes. No lograba acostumbrarme a este clima, detestaba que en este mundo no hubiera término medio, solo existían los extremos opuestos. Frío que te congelaba los músculos o calor que te quemaba la piel, no había más opciones.

En general la nieve era una molestia, pero el sol era una historia diferente. No solo es insoportable, sino que además es imposible escapar de él. Con el crudo invierno, al menos te puedes abrigar con una capa sobre otra; en cambio con el calor, una vez que te quitas la ropa, estás desnudo e incluso a veces eso no basta. Lo peor es que tampoco te puedes deshacer de tu piel, estás condenado a aguantarlo.

El sudor me corría por el rostro, empañando mi vista. El coliseo estaba repleto de jadeos ahogados, maldiciones y el sonido del metal chocando contra el metal. La sinfonía era diferente al entrenamiento que estaba acostumbrada, ya que cuando Harin me enseñaba, siempre era la única alumna en el patio embarrado del burdel. En cambio, ahora a mi alrededor había varias parejas sudando y levantando polvo.

Mientras bloqueaba las estocadas del cíclope que me asignaron como oponente, pensaba en los consejos de Lilith y Electra. Fueron muy claras al explicarme que en cuanto pusiéramos un pie en la arena de combate, debíamos fingir que no nos conocíamos, mejor todavía si parecía que nos odiábamos.

Si Rog descubría que en realidad éramos amigas cercanas, podía utilizar ese vínculo y retorcerlo a su favor en la competencia. La idea era evitar que nos hicieran luchar entre nosotras, y si nos elegían para pelear, ojalá que fuera con cualquier otro oponente, excepto con una de las tres. Debíamos sobrevivir, no importa cómo o a qué precio.

El cíclope me despojó de la espada con un golpe certero, ganando el punto. Hice un gesto para indicar que me rendía y me dirigí a la estación de agua. Aliviada por descansar en la sombra un momento, recuperé el aire. Ahuecando las manos, bebí de la fuente para aplacar mi sed. Escanee la elipsis buscando a mis amigas, agua goteando de mi mentón. Simulé que estudiaba a mis posibles rivales, pero solo quería localizar dónde estaban Lilith y Electra.

Debía tener cuidado, Rog estaba en alguna parte de los asientos contemplando la práctica, zanjando a quién sacrificaría en el evento de ese día. Básicamente lo decidía en base a nuestro desempeño en la práctica de la tarde. Uno de los trabajadores chasqueó su látigo en mi dirección, presionándome para que regresara a trabajar.

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora