Capítulo 25

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Arrojaron un cubo de agua congelada encima de mí, empapando mi vestido y mi cabello desde la cabeza a los pies. Jadeando, abrí los ojos de par en par. Mi pecho subía y bajaba a consecuencia de la desorientación. Estaba en una celda pequeña, el suelo cubierto de paja mohosa y paredes manchadas de sangre seca.

Con resignación, constaté que una vez más me despertaba en un lugar desconocido, trasladada por captores que jamás lograba ver. Me estaba cansando de esa maniobra, pero sabía que ese era el trato usual para los despreciados en Assur. Al menos debía agradecer que no me hubieran golpeado tanto, siempre puede ser peor.

Frente a mí se encontraba un soldado con el cubo de madera vacío en las manos. A su lado había un hombre de la raza de las hadas, vestido con los atuendos tradicionales del distrito de gobierno. Era una mezcla extraña para ser mi comité de bienvenida, pero decidí mantener la boca cerrada y esperar.

Los miré con el ceño fruncido, demostrándoles que estaba harta de que me llevaran de un sitio a otro como una mercancía. Quería pedir explicaciones, alguien debía informarme qué había hecho para merecer el castigo de la prisión. El hada desplegó un pergamino, se aclaró la garganta y empezó a leer con voz formal y monótona.

―Raisa Westerling, has sido acusada de participar como un integrante de "La Horda de Acero", convocando una rebelión para derrocar al emperador del imperio assuriano. Por este crimen, se te ha sentenciado a luchar de por vida en el coliseo o hasta que caigas en la arena de combate―Recitó el hombre, su voz clara como el cristal―

 Por este crimen, se te ha sentenciado a luchar de por vida en el coliseo o hasta que caigas en la arena de combate―Recitó el hombre, su voz clara como el cristal―

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Esa declaración fue como una patada en mi estómago. El pánico me consumió y en esta ocasión, no me molesté en ocultarlo de mi rostro. El hada enrolló el pergamino y salió de la celda. La puerta se cerró y el soldado la aseguró girando la llave con tres vueltas. Como si tuviera alguna mínima posibilidad de escapar, me acababan de sentenciar a convertirme en una luchadora.

Finalmente entendía lo que ocurrió.

De algún modo, Thanatos se enteró de lo que "La Horda de Acero" estaba planeando. La noche que me detuvieron, ordenó a los soldados a que hicieran una redada por las calles de Basilea y nos atraparon a todos al mismo tiempo. Dudaba que Harin hubiera recibido la misma sentencia que yo, aunque me condenaron a pelear en el coliseo, estaba segura de que tanto él como Senna obtuvieron un castigo distinto, la muerte probablemente.

El hecho de que tuviéramos un nuevo emperador en el trono no significaba nada. No era motivo para alegrarse, según lo que Carvis me explicó, Daemon era un Vrag que todos debían respetar, servir e idolatrar. Si los demonios de sangre pura son considerados terribles en general, él los superaba a todos en crueldad, depravación y superioridad.

No importaba desde el ángulo que reflexionara, no encontraba una solución. No participé en el Torneo Obsidiana, sofocaron la rebelión de las siete razas, me condenaron al coliseo y jamás abandonaría este mundo. Era imposible que volviera a estar cerca de un Vrag, por lo tanto, estaba condenada a morir en Lithoria sin poder despedirme de Harin.

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora