Capítulo 39

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Mi ejército de cien mil hombres estaba formado en el exterior de las murallas de Basilea, cada uno usando su armadura completa. El metal arrancaba destellos plateados bajo la luz implacable del sol al amanecer. Las banderas y estandartes de color negro del imperio assuriano ondeaban al viento, mientras en medio del campo reinaba el silencio.

Yo estaba situada al frente de esa horda militar, montada encima de Draconis en la silla que Striga fabricó especialmente para mí. Aren permanecía en su forma de cuervo, posado en mi hombro derecho como el par adicional de ojos que necesitaba para cuidarme desde todos los ángulos posibles.

Daemon juntó sus manos y al extenderlas, conjuró un gigantesco portal mágico. Un abismo negro se abrió ante nosotros. Era una puerta hacia el otro mundo, el mundo al que yo pertenecía originalmente. El dragón agitó las alas, elevándose en el aire y fue el primero en cruzar aquel abismo, oscuro e infinito. Le siguieron cien mil hombres y mujeres de todas las razas, formas y tamaños, marchando a un ritmo sincrónico donde se movían como un solo cuerpo.

 Le siguieron cien mil hombres y mujeres de todas las razas, formas y tamaños, marchando a un ritmo sincrónico donde se movían como un solo cuerpo

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Desde mi posición en el cielo, sobrevolando la magnitud de ese ejército preparado para ir a la guerra, aquella imagen me robó el aliento. Era una visión impresionante que me sacudía hasta los huesos, pero en el buen sentido. La última vez que estuve en Valoria fue en mi boda y ahora regresaba para asesinar al hombre que había sumido al continente en el caos.

Hubo una época en la que pensaba que esto jamás sería posible.

Myra alzó el puño en el aire, realizando una señal que todos conocían y los distintos escuadrones se detuvieron al instante. El enorme portal mágico se cerró detrás de nosotros, desapareciendo como si nunca hubiera existido. A partir de ese momento, la conexión que me ataba al emperador se cortó como un hilo. No podía sentirlo, así como él tampoco podría sentirme a mí, a pesar del corazón que todavía nos unía.

Tan pronto como eso sucedió, las palmas de mis manos comenzaron a chisporrotear con el exceso de magia inutilizada y contenida. Ocurre algo curioso con la magia, si no la usas regularmente, esta podría llegar a matarte. Es un arma de doble filo, capaz de herir a su portador tanto como a cualquiera. Extendiendo los brazos hacia adelante, permití que los rayos y relámpagos cargados de electricidad pintaran el cielo.

Las chispas salían despedidas de mis dedos en direcciones aleatorias y caóticas, aunque ninguna tocó nada que estuviera en tierra. El alivio que sentí fue instantáneo y me recorrió por dentro, permitiéndome respirar y liberar la tensión que había retenido en los músculos durante los últimos tres días. Había sido una tortura ocultar mi magia frente al emperador, pero valió la pena cada maldito segundo de esa pesadilla.

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Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora