Capítulo 37

53 5 3
                                    

Draconis me llevó remontando el viento, por encima de las nubes y tan alto que el sol nos saludaba. Lejos de la civilización, mi mente encontró un poco más de calma. El dragón ya no volaba de forma irregular, ahora planeaba como una enorme ave con escamas y cuernos, disfrutando de las ráfagas de aire en sus alas desplegadas. Estaba cómodo y no tenía prisa, solo se recreaba con su recién adquirida libertad.

Debería tener frío estando desnuda a esa altura, pero la verdad es que mi sangre se sentía caliente, protegiéndome de lo peor. Observaba lo que había a mi alrededor, sintiéndome como una niña que explora el mundo por primera vez. No había nada que ver, todo era una mancha borrosa, solo cielo eterno y por debajo extensiones de verde del imperio. Estábamos tan alto que era imposible distinguir ciudades o pueblos.

Intentaba no pensar en el ritual, pero era difícil cuando la magia latía en mi interior.

Mis nuevos poderes pugnaban por salir, empujaban contra las paredes de mi cuerpo para que los dejara hacer cosas maravillosas. Yo también quería eso, pero experimentar mientras vuelo encima de un dragón no es lo más indicado. Además, todavía había límites que me ataban, no conocía todos los hechizos para realizar lo que la magia me pedía que hiciera. Tendría que aprenderlos antes de poder lanzarlos.

Por ahora no me importaba hacia dónde íbamos, me conformaba con volar y deleitarme con el silencio. Necesitaba alejarme de la fortaleza. Me gustaría saber qué tan lejos estábamos, porque volando se recorren hasta el triple de kilómetros comparado con montar a caballo. A mi parte racional que no le gusta perder el control estaba estresada, pero refunfuñaba sola en una esquina de mi mente.

 A mi parte racional que no le gusta perder el control estaba estresada, pero refunfuñaba sola en una esquina de mi mente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La verdad es que todavía me costaba pensar, debía acostumbrarme al enorme flujo de magia viajando por mis venas. No sería sencillo, estaba comenzando a comprenderlo. Es el mismo tipo de magia que posee Draconis y él me supera en tamaño. Sentía que mi poder estaba encerrado a presión en mi interior y que en cualquier instante estallaría.

En fin, esa era una preocupación para después.

Draconis se inclinó hacia el costado, comenzó a descender de repente y antes de que pudiera prepararme, ya estábamos aterrizando en el suelo. El dragón eligió un claro para posarse, apoyó las enormes patas en la hierba alta escaneando alrededor. Por sus movimientos, supe que estaba buscando amenazas y asegurándose de que era seguro. Cuando comprobó que todo estaba en orden, me ayudó a bajar sosteniéndome entre sus garras.

De pie entre la hierba alta, desnuda y desorientada, apoyé las manos en las caderas. No reconocía el terreno, claramente, pero comprendí que no estábamos cerca de nadie. Estábamos en un prado, junto a un bosque espeso y aparentemente virgen. La extensión del imperio abarcaba varios cientos de millones de hectáreas, por los mapas que he visto, tal vez no nos habíamos alejado tanto de Basilea como creía.

Me di la vuelta para ver a Draconis.

―Bueno, ya que estamos aquí, podría practicar un poco con mis nuevos poderes, ¿no?―Opiné, alzando una ceja―

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora