Capítulo 12

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Este mundo no era tan diferente al mío después de todo. Contaban con animales de carga que se ocupaban del trabajo pesado, como bueyes y caballos. También tenían los típicos animales de granja, desde gallinas, cerdos y burros. Esto significaba que se dedicaban a la agricultura y que poseían conocimientos relacionados a esta actividad. Aún no sabía para qué servía este tipo de conocimiento, pero me consoló.

En el camino que llevaba a la salida del pueblo, vi un letrero rudimentario que indicaba distintas direcciones con nombres de aldeas. El destino más cercano se llamaba Basilea, escuché al conductor de una carreta comentar con otro monstruo que se dirigía hacia allá. Por lo que pude entender, se trataba de una gran ciudad. En una hazaña temeraria y riesgosa, me metí en la carreta que transportaba kilos de forraje y heno. Me oculté debajo en un ovillo, rezando a los dioses para que no me descubrieran.

En comparación a una aldea minúscula donde todos se conocían, sería más seguro para mí desaparecer en una ciudad repleta de monstruos. No solo había mayores oportunidades de trabajo, multitudes y la agitación usual de la vida cotidiana; sino que también podría encontrar comida, robar ropa y moverme entre las sombras. Las posibilidades de lograr todo eso siendo una principiante aumentaban si lo hacía en la clandestinidad.

No debería, pero me alegré un poco por tener un plan.

El resto del viaje dormí con un ojo abierto y agudizando el oído. Debía estar atenta cada vez que la carreta se detenía. No quería imaginar lo que me harían si me atrapaban de polizona. Por suerte el trayecto no fue tan largo, llegamos a Basilea cuando cayó la noche. Resultó ser una enorme ciudad amurallada, relativamente cerca del lago donde aterricé. Esperé a que el campesino se alejara para bajar del vehículo y correr hacia la oscuridad.

Deambulé por calles embarradas, estrechas e irregulares; repletas de suciedad, basura y ratas. La nieve se acumulaba a los costados. Casi no había luz, los monstruos no parecían necesitarla para caminar. Mejor para mí, aunque eso no ayudaba a mi desplazamiento. Más de una vez tropecé con bultos que prefería no mirar demasiado. El olor nauseabundo era penetrante, tan asqueroso que arrugaba la nariz.

A pesar del frío y que era bastante tarde, las calzadas estaban repletas de gente escandalosa y borracha

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A pesar del frío y que era bastante tarde, las calzadas estaban repletas de gente escandalosa y borracha. El aire de la noche traía ruidos salvajes, gruñidos y garras rozando el empedrado. En algunos callejones había círculos donde grupos de luchadores peleaban, mientras un público improvisado lanzaba apuestas sobre su favorito. Procuré mantenerme alejada de esos sectores, arrastrándome pegada a las paredes con la esperanza de confundirme con las sombras.

Tenía la sensación de que iban a cortarme la garganta y robarme mis diamantes. Pensé que eso era lo peor que podría suceder, pero justo entonces escuché los gritos de alguien. Por la forma en que pedía ayuda en medio de sollozos, supe que era una mujer. Y los jadeos que la acompañaban eran los de una criatura descontrolada. Me costó reconocer en aquellos sonidos que en realidad la estaban violando.

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora