Capítulo 23

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Faltaba una semana para el Torneo Obsidiana, siete días en total.

En la ciudad los ánimos estaban exaltados, los assurianos no podían esperar a que un nuevo emperador tomara el poder. Tenían razones para emocionarse, la última vez que ocurrió un evento de esta magnitud fue hace quinientos años. Era algo que muy pocos recordaban o que pudieron presenciar. De mis cercanos, Striga es la única que había conocido al antiguo emperador al tener mil años de edad.

Las calles permanecían repletas a todas horas con un enorme flujo de tráfico, sumados a las carretas, ahora había numerosos carruajes que entraban a través de las nueve puertas de la muralla exterior. Se dirigían directamente a la fortaleza, no se detenían en el camino por ningún motivo y pasaban a gran velocidad.

En estos carruajes viajaban los Vrag que provenían desde cada rincón del imperio para competir, lo que significaba que se alojaban juntos en la fortaleza. Dada mi experiencia como princesa, sabía lo que ocurría en el castillo cuando se reunían todos mis parientes de la familia real: era un verdadero caos. Por eso podía imaginar las tensiones entre ellos compartiendo el mismo espacio, más aún si lo que está en juego es el título de emperador.

Una mañana, mientras estaba ocupada con mis habituales tareas de la limpieza, Cordelia llegó de sorpresa al burdel. Entró preguntando por mí, cuando me dijeron que me buscaba, la encontré en el vestíbulo con el secretario de Senna, quien coordinaba a los clientes de las cortesanas. Antes de reunirme con ella, tuve la precaución de cubrirme el cabello con un pañuelo.

―¿Estás bien? ¿Qué haces aquí?―Pregunté, confundida―

―Perdón por presentarme sin avisar, sé que no te gusta que venga―Respondió, restándole importancia―

―Descuida, acompáñame a la cocina―Indiqué, tomando su mano―

Mi amiga me siguió por los pasillos y estancias del primer piso. La cocina era por lejos el lugar más tranquilo del establecimiento. Incluso podría decirse que era mi oficina personal, donde pasaba la mayor parte del tiempo. Cordelia se quitó la capa, la dobló en su brazo y aceptó el asiento en la mesa redonda. Mientras, revisé que la tetera estuviera caliente para servirnos a ambas y mientras esta hervía, coloqué las tazas de porcelana.

―«Les Épouses de Minuit» no es tan elegante como creí, pensé que habrían tapices costosos en todas partes, esculturas y ese tipo de cosas que les gustan a los ricos―Comentó, distraída―

―Su joya son las cortesanas, no el edificio―Expliqué, encogiendo un hombro―

Deposité en la mesa una taza de té de hierbas para ella, mientras yo sostenía otra entre mis manos. Cordelia bebió un sorbo por educación, asintiendo con la cabeza en aprobación. No estaba acostumbrada al té de calidad, me lo había comentado varias veces. Su amo les daba a sus esclavos las hierbas más baratas que se podían encontrar en el mercado. Las pocas hojas que tenían sabor, era bastante parecido a la tierra.

 Las pocas hojas que tenían sabor, era bastante parecido a la tierra

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