Les hice llegar la poción a Lilith y Electra a través de Aren, operación de alto riesgo que estuve planificando durante una semana. El capataz del coliseo no podía descubrir las botellitas y tampoco al cambiaformas que me estaba ayudando. Por eso, cada detalle debía estar meticulosamente calculado, para no cometer errores que los condenaran a ellos.
Debido a que no podía salir de la fortaleza sin el permiso del emperador, ese día estuve nerviosa durante horas mientras esperaba alguna noticia, ya fueran buenas o malas. A esas alturas, poco me importaba. No creía haberme equivocado con la receta de la poción, pero tampoco quería matar de forma permanente a mis amigas. Carvis me estaba acompañando, intentando distraerme en su forma humana.
Él estaba hablando sin parar como hacía siempre, solo que yo no lo escuchaba.
―Chiquilla, deberías ser más egoísta―Comentó Carvis, ceñudo―
―¿Por qué?―Pregunté, confundida―
―No puedes ayudar a todo el mundo, pero tú te empeñas en arriesgar el cuello por cada persona que lo necesita―Indicó, soltando un bufido―
―Son mis amigas, sin ellas no estaría aquí hoy―Insistí, cruzando los brazos―
―Te entiendo, salvas a todos, pero dime quién te salva a ti―Replicó, alzando una ceja―
Fruncí el ceño, molesta por sus palabras. Sabía que Carvis no lo decía con mala intención, él tenía razón en que quería proteger a mucha gente. Pero no podía evitarlo, ya había perdido a muchos en mi mundo y no quería volver a pasar por lo mismo de nuevo. Mi corazón apenas lo había soportado la primera vez, por eso me esforzaba tanto por ayudar a los que consideraba mis amigos y aliados más importantes.
―Tienes que priorizar tus objetivos―Prosiguió, bajando la cabeza―
―Carvis, si no me preocupara por ti, jamás habrías vuelto a saborear la libertad―Gruñí, entrecerrando los ojos―
―Y te estoy muy agradecido por eso, pero solo es un consejo: tómalo o déjalo―Respondió, encogiéndose de hombros―
Si bien era un consejo que yo no había pedido, era algo para tener en cuenta. Sin embargo, Carvis se equivocaba en una cosa. Como princesa, sé cuándo es el momento de ser egoísta y blindarme únicamente a mí misma. Maldición, prácticamente nací con esa capacidad. Otro asunto es que lo haga de forma constante.
A mi modo de ver, me encontraba en una posición de privilegio, protegida en una fortaleza donde solo los miembros de la corte podían hacerme daño, pero había muchas personas que me importaban del otro lado de las murallas que corrían grave peligro de forma constante. Es por esa razón que no podía permitirme ser egoísta, no ahora al menos.
La conversación decayó hasta morir.
Estábamos caminando por los pasillos de la fortaleza para matar el tiempo. Le había hecho un recorrido completo a Carvis por cada rincón que conocía, incluso le había enseñado a Draconis en su torre. Pensé que encontraría fascinante ver a un dragón, pero mi amigo apenas si estaba interesado en la criatura mitológica. Cuando le pregunté al respecto, aseguró que había conocido a muchos dragones a lo largo de su vida.
Finalmente, nos quedamos sin sitios nuevos que visitar.
A pesar de que nos cruzamos con un montón de sirvientes y residentes de la fortaleza, ninguno parecía ver a Carvis. Lo sabía porque solo me saludaban a mí, como si la entidad no estuviera a mi lado. Esperé hasta que los pasillos estuvieron parcialmente vacíos otra vez para preguntarle, porque en mi mente no tenía sentido.
―¿Acaso nadie puede verte?―Interrogué, curiosa―
―No, en mi apariencia humana soy invisible a menos que yo decida dejarme ver―Negó, sonriendo diabólicamente―
ESTÁS LEYENDO
Corazón Etéreo
Fantasy¿Los monstruos nacen o son creados? A todos los niños les han leído el mismo cuento antes de ir a dormir. En tierras lejanas, caballeros de brillante armadura y princesas de corazones nobles se enfrentan al villano, derrotan el mal y viven felices p...