Capítulo 24

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Desperté sumida en la oscuridad más absoluta, me abrazaba como una madre comprensiva que sostiene a su hijo contra su pecho. Parpadeé varias veces, por un segundo temí que mis captores me hubieran dejado ciega a propósito. Toqué las cuencas en mi rostro, comprobando que mis ojos seguían en su lugar habitual. Aliviada, esperé a que mi vista se ajustara a las sombras que parecían tener vida propia.

Palpé el frío suelo de piedra, estirando los brazos tambaleantes hacia los costados, calculando las dimensiones de mi encierro y levantándome con lentitud. Mi cabeza no tocó el techo, eso significaba que tenía espacio suficiente para permanecer de pie con comodidad. Me atreví a dar un paso adelante, después otro y otro más hasta que choqué de bruces contra unos barrotes. Solté una maldición en la oscuridad, me había golpeado en la nariz con fuerza.

Un tintineo me seguía con cada paso que daba porque tenía una larga cadena amarrada al tobillo. No sabía exactamente dónde estaba, pero un horrible presentimiento reptó por mis piernas como una serpiente. Me sacudí entera, aunque no pude detener el escalofrío que ascendió por mi columna vertebral al imaginar una víbora en mi cuerpo. Me obligué a respirar, necesitaba calmarme. En ese momento, felizmente habría matado a cualquiera por tener mi magia e invocar un poco de luz.

Pronto empecé a ser consciente de los ruidos salvajes a mi alrededor, principalmente gruñidos y el sonido de garras arrastrándose en la piedra

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Pronto empecé a ser consciente de los ruidos salvajes a mi alrededor, principalmente gruñidos y el sonido de garras arrastrándose en la piedra. También un par de risas, murmuraciones y muchísimos lamentos. Eso es lo que pude captar escuchando con atención, aunque por desgracia mi vista seguía siendo inútil. Mi sentido del olfato no ayudaba, por el olor solo podía inferir que la humedad era alta, eso aparte de la pestilencia constante de animales sucios.

Me quitaron mi capa y el vestido que llevaba apenas me protegía contra el aire helado que se filtraba desde las paredes. Busqué algunas de mis armas, pero mis cuchillos y dagas escondidas bajo la ropa desaparecieron. Si me las arrebataron, era porque mis captores sabían que podría defenderme con ellas. También significaba que me encerraron en un lugar tan horrible que existía el riesgo de suicidarme para evitar el sufrimiento.

La certeza de mi ubicación cada vez era más definitiva. Sin embargo, hasta confirmarlo me negaba a asumir mi destino. No necesitaba saber dónde estaba para entender que me encontraba en graves problemas. Lo peor de todo es que ninguna prenda cubría mi cabello blanco, estaba totalmente expuesto a cualquiera. Sentía la imperiosa urgencia de esconderlo, pero no tenía un pañuelo para colocarlo sobre mi cabeza.

Inmediatamente recordé a Harin, Senna y Barlow. Dando vueltas en círculos por mi celda, repasé en mi mente cada uno de los escenarios posibles de lo que podría haber ocurrido. Tal vez ellos estaban en perfecto estado y solo yo tenía dificultades. No me sorprendería si los soldados del ejército finalmente me atraparon. Después de todo, era una humana libre que se paseaba por Basilea con arrogancia.

Niña tonta, estás en la prisión.

Aquella voz que no escuchaba hace tantos meses, rebotó en cada rincón de mi cabeza. La última vez que se hizo presente fue cuando estaba en el bosque; perdida, desorientada y sola. En esa ocasión me ordenó de forma autoritaria que no me durmiera. La voz simplemente aparecía, llenando mi cerebro e indicándome cómo debía proceder. Hasta ahora, no se había equivocado. Y si estaba en lo cierto sobre estar en la prisión, entonces que los dioses me ayuden.

Corazón EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora