Capítulo 8

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Kaelin había pensado que los salvajes eran unas bestias maleducadas, pero a medida que pasaba más tiempo con ellos empezaba a notar que eran, a su modo, tan normales como cualquier otra sociedad. Tenían sus costumbres, las cuáles eran consideradas extrañas por su falta de consideración o vergüenza. Sin embargo, eran costumbres que sólo practicaban entre ellos, y ninguna hería a los otros.

Incluso si los veía menos como animales y más como seres independientes, él seguía pensando que los salvajes eran tontos en comparación a otros. No tenían letras ni canciones. Sus únicos intereses parecían ser la guerra y el apareamiento, ésta última la que practicaban con mayor frecuencia.

Aunque antes no lo había notado debido a pasar todo el día trabajando en el taller junto a Leynai, ahora que tomaba un descanso por órdenes de Bestia (así sé refiere al líder de los salvajes que lo secuestró) Kaelin perdió la cuenta del número de veces que había encontrado parejas apareándose en medio del camino sin reparo alguno. Según Leynai, para ellos aparearse era un acto que no debía permanecer oculto entre los muros de sus tiendas, pues era la manera natural de mostrar su amor y afecto a los demás miembros de la tribu. Para él era asqueroso, pero realmente no podía compartir su opinión con los salvajes.

Leynai aún era su única compañía. El joven doncel que había defendido lo visitaba a veces, aunque no por mucho tiempo dado que seguía en celo y su familia le prohibía salir mucho en ese estado. También era difícil que se encontraran ya que Kaelin apenas tenía permitido salir de su tienda. Si salía a escondidas, Bestia lo arrastraba de regreso murmurando palabras que no entendía.

Ese día, Kaelin estaba tratando de afilar uno de los primero cuchillos que había realizado. Eran poco refinados, así que afilarlos podía llegar a ser peligroso de no hacerlo con cuidado. Había muchas partes de textura irregular que amenazaban con cortarlo cada vez que sus finos dedos se acercaban a ellas.

Como doncel, Kaelin nunca había tenido la oportunidad de manejar ese tipo de armas. En el Reino, la mera idea de que un doncel trabajara con el acero habría causado demasiado enojo. Pero aquí, entre los salvajes, aquello era tan normal como cualquier otra cosa. No había decoro en cuanto a relaciones sexuales se trataba.

La concentración de Kaelin se fracturó al oír que alguien entraba a su tienda. No podía ser Leynai, pues era su turno de cuidar a los bebés de la tribu. Por eso no lo pensó y reaccionó de acuerdo a sus instintos, lanzando el cuchillo que tenía en las manos hacia la cabeza de quién entró.

Resultó ser Bestia.

—¿Doncel molesto?

Kaelin se limitó a rodar los ojos sin prestarle atención al salvaje de actitud infantil. Sabía que su manejo del idioma era casi nulo, así que prefería ignorar sus intentos de conversación en lugar de alentarlo a qué continuara hablando sin sentido.

Bestia sujetó el cuchillo cerca de sus ojos por un rato antes de olfatearlo y lanzarlo de regreso al Doncel. Kaelin lo atrapó sin alzar la mirada, sus ojos fijos en las múltiples piezas de metal que conservaba sobre su mesa de cuero. Regresó su cuchillo a su posición original y siguió limpiando sus obras hasta estar satisfecho.

Ni por un segundo el salvaje se alejó de su lugar. Se quedó parado allí, observando a Kaelin mientras se entretenía con sus cuchillos.

Aunque no quería prestarle atención, a Kaelin le pareció imposible ignorar su gran presencia durante mucho más tiempo. Con los puños cerrados fuertemente, soltó todos los materiales que tenía en la mano y se levantó de golpe. Su expresión era salvaje, la misma que había tenido en su rostro desde que se encontró en el campamento de los salvajes.

Kaelin pasó junto al salvaje rápidamente sin detenerse a mirarlo. No pudo avanzar gracias a la mano que se cerró alrededor de su fina muñeca. Habría protestado de no haber sabido que aquel salvaje era tan inofensivo como un infante. Lo poco que había visto de él demostró lo dócil que era en general. A pesar de eso, Kaelin tampoco olvidaba lo que el salvaje le hizo cuando estaba en celo, y de hecho tenía planeado vengarse cuando llegara el momento adecuado.

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora