Kaelin no parecía diferente. No actuaba diferente y no se veía diferente. Todo en él lucía como siempre, ni un solo rasgo fuera de lugar. Y sin embargo, había algo muy diferente en él.
El cuidado de Bestia pasó a ser su responsabilidad. El salvajes ya no estaba febril o débil, pero el curandero había ordenado que permaneciera en cama por unos días más antes de volver a su labor cotidiana. El curandero dijo que debía descansar para que la herida terminara de cerrarse, pues cualquier movimiento brusco podría deshacer la sutura si era realizado mientras la herida seguía en proceso de curación.
Por eso, Kaelin tuvo que cuidar a un salvaje enorme que se comportaba como un bebé la mayor parte del tiempo. Estar inactivo solo aumentaba la ya inmadura personalidad del salvaje. Cada vez que intentaba hacer demasiado, Kaelin tenía que regañarlo, ganándose un puchero y muchas quejas infantiles de parte del más alto. Aunque le irritaba, estaba reacio a separarse del salvaje. Por lo tanto debía soportar los berrinches de Bestia, sin importar cuán irritantes fueran.
A pesar de lo irritado que estaba, Kaelin también se encontraba a sí mismo riendo calladamente ante la inmadurez de Bestia. Le gustaba verlo así, no como el hombre que lo había humillado la noche que se conocieron. Éste era el lado más puro de Bestia, el que había hecho a Kaelin bajar todas sus defensas.
Los días eran calurosos por aquella época del año, así que Kaelin permanecía más tiempo dentro de la tienda que afuera. Debido a ésto, no había hablado con Leynai en bastante tiempo. Tuvo que hacerlo, unos días después. Había notado un comportamiento extraño en Bestia recientemente y quería preguntarle a Leynai si podía deberse a la herida en su costado.
La encontró en el taller, coqueteando a plena luz del día con el guerrero que le gustaba. Kaelin no tuvo problemas para interrumpir su pequeño momento.
—Leynai, ven.
La mujer rodó los ojos antes de voltearse a ver a Kaelin, quién se había detenido detrás de ella con una pose seria. El guerrero también miró a Kaelin, aunque sonreía.
—¿Qué quieres?— preguntó Leynai, ansiosa por regresar a su coqueteo.
—Necesito preguntarte algo— declaró el Doncel, dándole una mirada seria a su amiga. —Sobre el tonto.
Sin pensarlo, Leynai hizo una mueca.
—No te diré su nombre.
Ante esa respuesta, Kaelin sólo frunció el ceño con confusión. Realmente no sabía por qué Leynai parecía tan defensiva con sus palabras.
—No quiero saber eso— dijo Kaelin. —¿Por qué está actuando tan raro?
Leynai pareció congelarse por un breve segundo, bajando la mirada hacia el suelo mientras murmuraba un par de cosas que Kaelin no entendió en absoluto. Luego le dedicó una peculiar sonrisa al Doncel, seguida de una mirada complice a su guerrero.
—Parece que entró en su temporada de reproducción.
—¿De qué hablas?— cuestionó Kaelin, confundido por el extraño terminó.
La sonrisa de Leynai creció demasiado. Kaelin quiso golpearla, pero se contuvo. Primero debía saber qué ocurría con Bestia.
—Dime que ha hecho hasta ahora— pidió Leynai.
Kaelin le dijo a Leynai todo lo que consideraba extraño en el comportamiento de vestido desde que hacía varios días. Aunque no eran aspectos tan notables, a Kaelin se le hizo bastante fácil notar esos pequeños detalles en las acciones del salvaje.
Lo primero que sucedió fue dos días atrás. Bestia estaba acostado, con una manta encima, y Kaelin intentó aplicarle el ungüento en el costado. Sin embargo Bestia no lo dejó acercarse y esquivó su mano de manera inmediata. Al principio Kaelin pensó que tal vez estaba sensible, pero luego pasó otra vez. Bestia se negaba a que lo tocara, y aquello complicaba que le aplicara el ungüento.
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La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)
RandomKaelin es uno de los pocos donceles que trabaja como agente policial en el Reino. Despreciado por ser un Doncel y no pertenecer a una familia adinerado, ha pasado cinco años atascado en un trabajo que no pone a prueba todas sus habilidades, y en el...