Capítulo 2.

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Bastante había sufrido Kaelin durante su adolescencia como para ahora molestarse con los irritantes comentarios que venían de sus compañeros. Todo era culpa de su vestuario. O mejor dicho, la falta de éste.

No sabía de quién fue la idea, pero estaba decidido a destrozar a esa persona cuando pudiera por vestirlo de una manera tan ridícula y humillante. No sólo le negaron usar pantalones de un largo mayor a debajo de sus muslos, también lo obligaron a ponerse una camisa abotonada que apenas lograba cubrir su trasero. Y como si lo demás no fuera lo suficientemente vergonzoso, tenía que usar una fina tela transparente que se extendía desde sus muslos hasta la punta de sus pies, sujetado por un círculo de seda roja envuelto alrededor de su muslo izquierdo. Tampoco le favorecía tener un cuerpo naturalmente curvilíneo, pues la tela pegada sólo ayudaba a atraer más atención hacia su figura.

Kaelin odiaba toda la situación. Desde la ropa hasta el acto de doncel inocente que debía montar. ¿Cómo podía actuar así cuando le provocaba náuseas tan sólo pensar en ello? Él no era para nada como los otros donceles. Ni siquiera se acercaba a eso.

—Hey, Kaelin. Para ser defectuoso eres bastante atractivo.

—Mira qué piernas. Se lo tenía muy bien guardado.

—Serías excelente calentando mi cama.

—¡Sí! Lástima que su primera vez será con un salvaje. Yo podría complacerlo mucho más.

—Ah. Después de ésto deberías pasarte por mi casa, Kaelin. Te enseñaré lo que puede hacer un verdadero hombre.

Más y más comentarios de ese tipo seguían llegando a sus oídos, para ser ignorados por igual. En serio le hastiaba ser molestado por hombres cuya inteligencia bien podría compararse a la de un animal.

Oh no. Kaelin no se quedaría callado.

—Si alguno de ustedes siquiera piensa en tocarme, juro que los asesinare.

Eso fue suficiente para hacer que los otros agentes se callaran, hecho que celebró internamente.

Kaelin mantuvo la mirada en el suelo, analizando los pasos del plan qué debía llevar a cabo en poco tiempo. Todavía le molestaba tener que actuar como carnada, pero sabía muy bien que no había manera de cambiarlo. Si perdía su trabajo, terminaría viviendo en las calles como uno de los donceles vulgares que tanto despreciaba.

Al menos esperaba que su celo no llegara pronto, pues sabía que su cuerpo se debilitaría mucho cuando pasara. También tenía que cuidarse de no ser visto. Para un defectuoso, se suponía que el celo era sólo una ligera molestia en el abdomen, pero él, un doncel puro, sufría demasiado durante esas épocas. Su vientre ardía y no podía dejar de tener erecciones sin ser penetrado.

Odiaba sus celos casi tanto como odiaba ser denigrado por su estado de doncel. No le parecía justo que lo trataran como a un juguete sexual sólo por el hecho de que podía concebir incluso siendo varón. También era injusto que se viera obligado a pasar celos como si fuera un maldito animal.

Le tomó poco tiempo al pequeño grupo de agentes alcanzar el poblado de Riover, la aldea por la que los salvajes pasarían de acuerdo con los datos recibidos de un informante confiable. El mensaje decía que los salvajes se habían detenido en un bosque cercano y que se estaban reabasteciendo para invadir la aldea más cercana, siendo está Riover, ya que las otras estaban casi en la frontera con el muro.

Kaelin debía, siguiendo el plan de sus superiores, permanecer en una diminuta casa abandonada que aparentemente se usaba para el contrabando de donceles jóvenes. Tan horrible como sonaba, tenían suerte de que ese lugar existiera. Les daba el escenario perfecto.

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora