Capítulo 22

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Kaelin había pensado mucho. Después de recibir la bendición de toda la tribu, tuvo mucho tiempo a solas para pensar en todo lo que sucedió desde el momento en que su jefe le ordenó infiltrarse. Infiltrarse. Tsk, en realidad sólo le pidió que se acostara con el salvaje y lo sabía. Entrar a la tribu era un resultado sorpresivo.

Podía decirles salvajes y verlos con desprecio la mayor parte del tiempo, pero Kaelin ya no sentía una aversión tan profunda hacia la tribu de salvajes. Vivir con ellos le había enseñado que además de ser unos guerreros empedernidos, los salvaje tenían una civilización tan ordenada como cualquier otra. Eran poco refinados, sí. Aunque no eran las bestias que en el Reino se decía, por mucho.

En la noche después de aquella rara ceremonia, Kaelin observó el techo con atención mientras se hacía unas preguntas muy importantes en la cabeza. Quería descifrar en qué momento dejó de odiar a los salvajes y empezó a sentir que pertenecía allí, en la mediocre tribu. No sólo había dejado que sus emociones lo traicionaran más de una vez, incluiste había permitido que un salvaje lo embarazara. Había dejado que un salvaje, a quien decía odiar, le brindara placer durante su celo. Le había brindado placer a él. Eso era inaudito, para alguien que creció en el Reino.

Kaelin sintió un torbellino de emociones negativas cuando recordó el inicio de todo. Era un policía y se suponía que solo estaba allí para investigar y encontrar la debilidad de los salvajes. Tenía que verlos como al enemigo, no como a una familia. Ahora que llevaba al heredero de esa tribu en su vientre, le era imposible pensar en la destrucción de aquellas personas que lo habían aceptado dentro de los suyos a pesar de la obvia diferencia entre ellos. No lo trataban con odio, aunque sabían que venía del Reino.

No pudo dormir esa noche. Seguía preguntándose una y otra vez cómo fue que terminó tan desviado de su misión original. ¿Cómo pasó de odiarlos a querer pertenecer a su tribu?

Ya no podría irse. La vida que alguna vez tuvo en el Reino no era más que un vago recuerdo, una mala memoria de todo lo que le acosó desde su infancia. Era feliz en la tribu. Más de lo que podría llegar a ser en un Reino dónde se le consideraba una propiedad en lugar de una persona.

Bestia era gentil con él. Lo cuidaba, se preocupaba por él e incluso parecía quererlo de verdad. No lo veía como a un objeto o trofeo que presumir, solamente lo quería. A Kaelin le gustaba estar con él. Nunca lo diría o admitiría, pero en realidad se sentía bien consigo mismo cuando Bestia lo abrazaba o tocaba. Quería al estúpido salvaje, con todas sus fallas.

Kaelin despertó con ojeras y un malhumor que sólo crecía con cada persona que lo saludaba alegremente. No estaba seguro de si sentía odio o culpa, pero sabía que algo en su interior no sentía. Más allá de lo físico, había una fuerte opresión en su pecho que le hacía sentir terrible. Al recordar cómo había llegado a esa tribu, de repente sintió que todo lo que había hecho hasta entonces era falso. Se había metido en la tribu…¿Lo había hecho de verdad o solo como su trabajo de policía? Le frustraba mucho no saberlo. No conocerse a sí mismo lo suficiente como para saber si estaba fingiendo o no.

Estaba tan frustrado con sus pensamientos que nadie se atrevió a acercarse cuando empezó a trabajar en una hoja que había dejado de lado luego de conocer su estado de embarazo. Bestia estaba ocupado, así que no podía asegurarse de que permaneciera en su tienda. Kaelin sabía que escabullirse cuando el salvaje estaba distraído era cruel, peor necesitaba ocupar su mente con algo que no le recordara en absoluto a su vida en el Reino.

Toda la frustración y duda contenida se hizo evidente cuando terminó de martillar la hoja, dejando una pieza de metal deforme que no parecía tener ningún sentido. Ver su fracaso lo enojó mucho.

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora