Kaelin se enteró, poco después de su primer encuentro con la mujer que decía ser la futura Madre, que las mujeres podían luchar por el derecho a declararse compañeras dignas del líder de la tribu. Solo lo descubrió por accidente, en el momento menos esperado.
Bestia había visitado su tienda con mayor frecuencia desde que portaba aquella herida en el labio. Hacía lo mismo cada vez, verlo, abrazarlo y luego darle un beso antes de irse con unas palabras mal pronunciadas que a Kaelin le parecían tontas. Tal vez empezaba a pensar que era gracioso, pero seguía sin parecerle normal que Bestia hablara su idioma de esa manera.
Leynai seguía trabajando con Kaelin en el taller, aunque ahora pasaba demasiado tiempo fulminando con la mirada a la salvaje del otro día. Mientras que a Kaelin le parecía innecesario guardar rencor hacia esa mujer pedante, Leynai tenía un rencor personal hacia ella que no tenía problema alguno en expresar abiertamente. Incluso después de que Kaelin le pidiera no vengarse por lo que pasó con aquella salvaje, Leynai no se contuvo al momento de lanzarle miradas llenas de odio.
Kaelin estaba terminando la lanza que causó la quemadura en su mano,y estaba orgulloso de ver que resultó mucho mejor de lo esperado. Por consejo de Leynai, puso ciertos pedazos de tela roja alrededor de la hoja. Era una costumbre de los salvajes, ya que las lanzas eran utilizadas en la mayoría de sus ceremonias y en las cazas, por lo que debían llevar los colores de la tribu en un área visible.
Una sonrisa nació en los labios de Kaelin cuando observó su creación ahora terminada y con un filo peligroso. Era algo hermoso; ver aquella creación que había imaginado en su mente durante tantos días ahora terminada al fin.
Como un niño que veía algo por primera vez, Kaelin no pudo borrar la sonrisa de sus labios en todo el día. Se sentía orgulloso de sí mismo por lograr algo que nunca antes había hecho sin ayuda de nadie. Se quemó la mano, pero lo importante era que había construido su lanza.
—Nunca te había visto sonreír tanto— señaló Leynai a la hora de guardar todas las armas que habían creado ese día.
—No estoy sonriendo tanto— musitó Kaelin, eliminando la sonrisa de su rostro al instante.
—Creo que el líder lloraría si te ve sonreír de ese modo.
Inconscientemente, sus mejillas adquirieron un tono rojizo al pensar en Bestia. Leynai lo observó, sonriendo.
—¿Estás sonrojado?— se burló. —Creí que no tenías ningún interés en el líder.
—No me interesa el salvaje— escupió el Doncel con un ceño fruncido. — Cállate.
—Bien, bien— Leynai se rindió, con una sonrisa burlona presente en sus labios.
Kaelin terminó de guardar su lanza en la armería del campamento, dónde planeaba dejarla hasta conseguir la aprobación del líder para utilizarla. Leynai le dijo que ese tipo de armas solo podían ser empleados cuando el líder diera su permiso, pues representaban un gran peligro si eran utilizadas por alguien descuidado.
Aunque el Doncel era muy capaz de usarla a espaldas del salvaje, ya no sentía ese impulso de rebeldía que lo había dominado al principio de su estadía en el campamento.
Leynai ayudó a Kaelin a recoger sus pertenencias antes de retirarse a su propia tienda, dejando al Doncel por su cuenta mientras se iba a perseguir a su pretendiente. Kaelin había descubierto hacía poco que Leynai tenía una relación bastante constante con un guerrero de la tribu, cuyo nombre aún desconocía. Aquel guerrero al parecer era amigo de Leynai desde su infancia y siempre habían sido considerados una pareja por su cercanía. Además, estaban juntos en cada hoguera de apareamiento.
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La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)
RandomKaelin es uno de los pocos donceles que trabaja como agente policial en el Reino. Despreciado por ser un Doncel y no pertenecer a una familia adinerado, ha pasado cinco años atascado en un trabajo que no pone a prueba todas sus habilidades, y en el...