Capítulo 24

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Kaelin era un Doncel poco común. Incluso ahora, estando en una tribu de salvajes, su personalidad arisca parecía destacar entre todos los miembros de su género. Los Donceles eran, por naturaleza, gentiles y tímidos. Su nivel de hormonas era menor al de las mujeres en su mayoría, a excepción del celo cuando éste aumentaba hasta el límite de lo posible. Dado que tenían mayormente la constitución de una mujer, sus actitudes solían ser similares a la versión más anticuada de estás: calladas y amables. Cualquiera que viera a Kaelin podía decir que el Doncel era lo opuesto a aquel estereotipo.

El embarazo hacia maravillas para regular su espontánea agresividad, pero eso no significaba que lo cambiaría de repente. Kaelin seguía siendo Kaelin sin importar los cambios que ocurrían en su cuerpo. Si alguien murmuraba frente a él, la mirada de Kaelin sería tan filosa que incluso él líder de los salvajes temía por su vida. Desafiar u ofender a Kaelin se convirtió en una prohibición implícita en la tribu, la cual se arraigó aún más cuándo empezaron los cambios de humor típicos de cualquier embarazo.

Por su anatomía de Doncel puro, Kaelin sentía el doble de lo que sentiría un Doncel impuro o una mujer en cinta. Le dolía el estómago gran parte del día y casi siempre vomitaba después de cada comida. Además, sentía que su cuerpo se volvía más suave con el paso de los días. Sus caderas se hacían más anchas, al contrario de su cintura que parecía estrecharse. Su pecho se hinchaba por las noches, y tenía que amasarselos para aliviar el dolor en sus pezones. Cómo si eso no fuera suficiente, también tenía una sobrecarga de emociones que le era imposible controlar.

A pesar de lo difícil que era manejar todos los síntomas de su embarazo, Kaelin se las arreglaba para continuar con sus actividades diarias tanto como fuera posible. No podía trabajar en el taller ni entrenar por la delicadeza de su estado, pero en ocasiones salía a caminar por toda la tribu en compañía de Leynai y Enkirl. Bestia estaba demasiado ocupado planeando el siguiente ataque de la tribu, por lo que la atención que le brindaba a su embarazado Doncel era negligente.

A Kaelin le preocupaba mucho ver cómo Bestia se iba alejando cada vez más de él. Aunque no lo admitiría frente a nadie más que Leynai y Enkirl, empezaba a preguntarse si Bestia tomaría a otro Doncel cuando atacaran el pueblo cerca del Reino. Recordaba que así fue como llegó a la tribu y se sentía ansioso con la posibilidad de que Bestia estuviera listo para desecharlo y conseguir otro Doncel para entretenerse.

Sabía que era una idea tonta. Pero en la mente de un Doncel embarazado resultaba difícil ver el lado positivo de las cosas.

La única alegría que Kaelin encontraban últimamente estaba en Enkirl, ese pequeño niño salvaje que parecía vivaz todo el tiempo. Desde que habló con Bestia al respecto, Kaelin no volvió a ver moretones en el cuerpo de Enkirl. Asumió que Bestia había regañado a la madre del niño y estuvo complacido.

Enkirl tenía una gran imaginación. Kaelin se entretenía escuchando todas sus ideas infantiles mientras se preguntaba a sí mismo qué se sentiría ser así de ingenuo. Para Kaelin no había ninguna experiencia similar, pues tuvo que madurar con rapidez si no quería perecer a una edad temprana. El Reino era un lugar peligroso para los Donceles.

—¡Kae, Kae, Kae!

Kaelin fue sacado de sus pensamientos sombríos cuando Enkirl lo llamó, con un tono alegre que hizo sonreír levemente al Doncel.

—¿Qué pasa?— preguntó Kaelin, curioso por la repentina felicidad de su niño favorito.

—¡Mira!

Enkirl señaló hacia la arena del cercano desierto. Kaelin siguió su pequeña mano con las mirada y descubrió una delicada flor. Era blanca, aparentemente frágil. Debajo de sus hermosos pétalos se escondían unas espinas que le sacarían sangre a cualquiera.

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora