A Kaelin le pareció que el tiempo pasaba lentamente, las horas arrastrándose con una exasperante lentitud que solo aumentaba el enojado en su cabeza. Odiaba ser visto como débil, y eso era lo único que pensaban los salvajes luego de ver cómo lloraba por una simple puñalada en su pierna. Él se reprendía a sí mismo por llegar a tal estado frente a los demás.
—Doncel.
—Cierra la boca.
—Doncel.
—No me hables.
—Doncel.
—¿Qué demonios quieres?
—Doncel.
Kaelin perdió la paciencia cuando Bestia lo llamó por cuarta vez. Estaban así desde la mañana, Bestia intentando hablarle mientras Kaelin se limitaba a ignorar cada intento suyo. Le molestaba mucho lidiar con un fastidioso salvaje que iba detrás de él por cualquier cosa.
Después de que la noticia se expandiera, Kaelin entendía que el salvaje se sintiera responsable por el bebé que llevaba en su vientre. Lo entendía, sí, pero era frustrante. Kaelin no era un Doncel desamparado que necesitaba la ayuda y protección de otras personas, y le enojaba que alguien pensara en él de ese modo. No tenía por qué ser cuidado, no iba a pasarle nada si lo dejaban solo por un instante.
No hubo más intentos de asesinato después de que Kaelin asesinara al intruso aquella noche. Fue muy estresante para él tener que hablar con Bestia y decirle lo que sucedió dentro de su tienda esa noche. Casi se retuerce de ira cuando compartió la noticia de que estaba embarazado con el estúpido salvaje, quién empezó a abrazarlo y dejarle besos llenos de saliva en el rostro. Se quejó tanto que el salvaje tuvo que soltarlo al final.
Bestia parecía bastante interesado en el niño que crecía dentro de su vientre, y Kaelin descubrió poco después que no podía apartarlo cuando empezaba a ponerle las manos en el estómago. Su mente y cuerpo respondían inconscientemente a las caricias gentiles del salvaje, que se extendían por todo su abdomen en cuestión de segundos. Su estómago se sentía ligero cada vez que esas manos cálidas tocaban su plano abdomen y trazaban círculos de diversos tamaños. No lo pedía, solo parecía disfrutar esos toques.
El Doncel no tuvo la oportunidad de golpear a Bestia ésta vez. A pesar de que quería hacerlo porque el tonto le ocultó que Enkirl era su hijo, la delicadeza que el salvaje le ofrecía era demasiado buena para distraerlo.
Ahora estaban discutiendo porque Kaelin no quería dejar que uno de las curanderos revisara su estómago para confirmar lo que todos ya sabían. No veía el objetivo de ello, pues si él decía que allí había un bebé, entonces allí había un bebé. Conocía su cuerpo lo suficiente como para saber si esperaba un hijo o no. Que Bestia intentara llevarlo a los curanderos lo hacía sentirse ofendido, como si el salvaje no creyera en sus palabras o diagnóstico.
Gruñendo y de malhumor, Kaelin iba sobre el hombro de Bestia. Era plena tarde, así que muchos vieron cómo era cargado por Bestia hacia la tienda de los curanderos. Las maldiciones del Doncel eran tan comunes que ya nadie se inmutaba al ver un rostro tan delicado pronunciar las más escalofriantes palabras. La tribu de hecho se había acostumbrado a la actitud de Kaelin, aunque él no lo sabía.
Al entrar en la tienda, Kaelin fue envuelto por una mezcla de olores que no respondió bien a su embarazo. Se liberó de Bestia antes de correr hacia el balde más cercano y regresar los contenidos de su estómago en segundos. Vomitó, consciente de que el salvaje estaba acariciándole la espalda con tranquilidad.
—Bienvenido, Doncel pálido.
Kaelin ni siquiera tuvo que voltear para saber que era el curandero principal quien estaba parado detrás de ellos. Ese anciano tenía una voz horrenda que a Kaelin le disgustaba oír. Tal vez sólo era porque el viejo siempre parecía saber más que los demás y era irritante.
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La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)
De TodoKaelin es uno de los pocos donceles que trabaja como agente policial en el Reino. Despreciado por ser un Doncel y no pertenecer a una familia adinerado, ha pasado cinco años atascado en un trabajo que no pone a prueba todas sus habilidades, y en el...