Capítulo 25

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El maestro de Kaelin era casi tan huraño y violento como el mismo Doncel. Generalmente era una presencia imperceptible que nadie conocía, pero a veces resultaba ser tan irritante como Kaelin al inicio. Veía mal a todos los salvajes que intentaban hablarle e incluso discutía con algunos.

Kaelin estaba tan irritado con su presencia que ni siquiera se había molestado en hablarle a su maestro luego de decirle que podía quedarse en la tribu si quería. El embarazo lo ponía tan irritable que no tenía ánimos de hablar con nadie, ni siquiera Leynai y Enkirl. Pasaba el día entero recluido en su tienda, demasiado molesto para interactuar con cualquier salvaje que no fuera Bestia.

Bestia era la única persona que podía acercarse, gracias a las hormonas del embarazo. La anatomía de Kaelin reconocía a Bestia como su compañero, a pesar de que su mente se resistía al pensamiento. Por la influencia de su cuerpo y hormonas, Kaelin necesitaba estar cerca del salvaje durante todo el día para mantenerse bien. Si pasaba demasiado tiempo lejos, Kaelin entraba en un estado de ira y tristeza que simplemente terminaba en un desastre dentro de la tienda, resultado de sus berrinches y peleas. Había cosas rotas, tela desgarrada y armas clavadas en las piezas de madera de la pared.

Kaelin era agresivo cuando estaba triste.

Las manos de Kaelin tenían cortes y moretones que él mismo se había causado mientras gritaba y destruía todo a su alrededor en un ataque de ira repentina. Él sabía que estaba mal, pero era imposible contener sus impulsos cuando tenía tantas hormonas corriendo desenfrenadas por su cuerpo. Además de soportar los cambios en su cuerpo que hacían aún más evidente su condición de Doncel puro. Odiaba eso, pero comprendía los cambios de su cuerpo como un síntoma adicional del embarazo.

La marca que Kaelin había ocultado durante toda su vida estaba volviéndose más notable, de un modo que Kaelin jamás imaginó posible. Kaelin la ocultó para que nadie supiera de su pureza, sabiendo que ésto lo haría un objetivo entre los hombres del Reino. Lo que menos quería era ser considerado un trofeo en la mansión de algún anciano degenerado, así que escondió su marca. Fue sencillo una vez que se convirtió en el Doncel desobediente Al que nadie quería como pareja. Si nadie se acercaba, podía fingir que era un Doncel impuro para toda su vida.

(No estoy segura de haber mencionado la ubicación de su marca, pero si lo hice me disculpo por éste cambio)

Mientras se vestía, Kaelin frunció el ceño ante la picazón que sentía detrás de su oreja derecha. Estaba reacio a tocarla porque sabía de qué se trataba, pero no podría soportar la curiosidad por más tiempo. Era cuestión de tiempo para que se viera obligado a mirar esa parte de su cuerpo que siempre se esforzó por mantener lejos de los ojos ajenos. Tenía que verla, al menos una vez para saciar la sensación de vacío en su pecho. Finalmente se rindió, harto de sentirse tan complicado.

Con una mano se apartó el cabello, viendo aquella marca que odiaba. Unos pétalos que se enroscaban alrededor de una medialuna, rojizos como un rasguño. Era su marca de Doncel puro, más colorida y viva de lo que alguna vez fue. Su marca era especial, ya que no se parecía en absoluto a ninguna de las marcas que se veía en los Donceles del Reino. Usualmente, la marca de un Doncel era sencilla y poco llamativa. Era común ver puntos o círculos rojos en la piel, pero el diseño intrincado de su marca era algo muy peculiar. Tan peculiar que no existía ningún caso similar. Eso sólo aumentaba la necesidad del Doncel de ocultarla por su propia seguridad.

El ceño de Kaelin se frunció aún más a medida que vislumbraba aquel delicado patrón, que no había visto en muchos años. Para ocultar su marca Kaelin había recurrido a la ciencia informal o "magia" según las autoridades del Reino. Buscó médicos paganos para que ocultaran su marca, y lo hicieron. Su marca permaneció oculta hasta ese momento, cuando su embarazo aumentó los rasgos de Doncel que él había luchado por esconder.

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora