Capítulo 30.

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Los meses pasaron en un parpadeo. La tribu regresó a su estado de actividad usual en menos de una semana posterior al secuestro y rescate de Kaelin. El invierno se acercaba, por lo que todos en la tribu se encontraban preparando sus hogares para la época más fría de todo el año. Un invierno en el Reino era tolerable, pero afuera, en el inhóspito bosque de los salvajes, sobrevivir el invierno era una tarea difícil que debían cumplir cada año sin faltas.

Mientras los días se transformaban en semanas, el estómago de Kaelin fue creciendo a una velocidad abrumadora con el paso del tiempo. Su vientre de ahora ocho meses era tan notable que le dificultaba caminar con el peso de su bebé arrastrándolo hacia abajo. Sus pies dolían cuando se quedaba de pie durante mucho tiempo debido al bebé en su interior que crecía y crecía sin parar. A los ocho meses, parecía estar cerca del parto.

Kaelin no sabía mucho sobre los embarazos, pero estaba aprendiendo día a día. Los cambios de humor, las náuseas y la lujuria excesiva solo habían aumentado con el desarrollo de su embarazo. Todos los días empezaba sintiéndose mal, lo cuál progresaba lentamente hasta que se llenaba de una tonta alegría que no sabía controlar. Podía pasar de reírse histéricamente a llorar sin control en menos de un minuto. No podía moderar sus sentimientos de ningún modo, abrumado por las hormonas que ahora iban aumentando a una velocidad aterradora.

Solo tres personas estaban dispuestos a cuidarlo: Bestia, Leynai y Enkirl. El niño lograba calmarlo por instantes, ya que no deseaba mostrarle su lado más violento a Enkirl. Incluso así, era difícil para Kaelin no llorar o gritar ante cualquier cosa que sucedia. Recientemente había llorado durante tres horas por la simple razón de ver a Leynai sonreír. Realmente estaba siendo un embarazo complicado para el malhumorado y sensible Doncel.

También era difícil para Bestia mantener a su Doncel feliz. Kaelin era complicado por naturaleza, y el embarazo lo volvía tan impredecible que ni siquiera el salvaje podía prevenir sus emociones. Si decía una sola palabra que al Doncel no le gustara, en segundos estaba presenciando el más escandaloso llanto posible. Kaelin lloraba con fuerza, haciendo tanto ruido y soltando tantos lamentos que Bestia sufría de migrañas. A pesar de lo increíblemente irritante que llegaba a ser, Bestia nunca se frustró con las incoherencias de Kaelin. El salvaje escuchaba, consolaba y complacía al Doncel con cualquier petición que hiciera. Algunas eran estúpidas, otras eran totalmente irrazonables e incluso bobas, pero el salvaje se guardaba su opinión muy bien.

Kaelin era exasperante en los últimos meses de su embarazo. Había constantes quejas todos los días sobre innumerable cosas, las cuales terminaban en llanto o gritos dependiendo de su humor ese día. La cantidad de noches que había pasado Bestia apelando por entrar en su tienda era vergonzosa. Los salvajes insistían en ignorar el deplorable estado de su líder, quién había perdido cualquier atisbo de vergüenza solo para satisfacer a su querido Doncel.

Satisfacer a su Doncel también era agotador. Kaelin quería acostarse con Bestia casi todas las noches, así que el salvaje debía ahorrar sus energías durante la mañana para atender a su exigente Doncel en las noches. Kaelin perdía toda inhibicion al momento de desear algo. Empezaba a actuar del modo más desvergonzado posible, solo para conseguir que Bestia le tocara.

Kaelin era raro. Sus emociones variaban demasiado.

—Kaelin, ve a dormir— ordenó Leynai con fastidio, luego de consolar al Doncel tres veces en una hora.

—¡No tengo sueño!

Leynai parecía exhausta. Lo estaba, pero el muy irritado Kaelin no tenía ganas de ser considerado con ella.

—Kaelin…

—¡Lárgate! ¡No quiero verte! ¡Sólo lárgate de mi tienda!

—¡Eres totalmente insoportable!

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora