Capítulo 13

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—Doncel.

Kaelin dejó su mano descansando perezosamente sobre la cama mientras veía al salvaje con una mirada vacía. Apoyó su cabeza en la superficie mullida sin despegar sus ojos del salvaje que vigilaba cada movimiento suyo. Una mueca de fastidio habría teñido sus rasgos de no ser por el hecho de que aún agradecía que Bestia lo defendiera de aquella mujer.

Suspirando, el Doncel se puso de pie y caminó hacía Bestia, quién lo esperaba junto a un recipiente lleno de agua y unos pedazos de tela. Ya había pasado por éste proceso muchas veces, así que no tuvo que pensarlo mucho.

—Doncel arriba.

Kaelin alzó la cabeza, obedeciendo la vaga petición del salvaje sin necesidad de aclarar. Tenía un talento natural para saber lo que quería el salvaje a pesar de su horrible manera de hablar el idioma común.

De vez en cuando, Kaelin oía a Bestia murmuar en la lengua salvaje con un tono demasiado abajo. Aunque ésto no pasaba muy seguido, pues Bestia siempre se dirigía al Doncel en su propio idioma y Kaelin tenía que descifrar lo que quería decir en un orden incorrecto.

Resoplando, cerró los ojos para dejar que Bestia atendiera su rostro del modo en que llevaba haciéndolo desde hace días. Al principio se estremecía cuando las cálidas manos de Bestia tomaban su rostro tan delicadamente. Ahora podía soportar aquel contacto sin temblar como una chiquilla asustada, lo cuál disfrutaba bastante. A pesar de que estaba en su naturaleza de Doncel responder de manera exagerada ante una presencia masculina fuerte, Kaelin se encontraba en una constante lucha por mantener a raya sus instintos primitivos.

Bestia pasó un pedazo de tela húmeda sobre los moretones en su piel, siendo tan cuidadoso que Kaelin apenas sentía sus movimientos.

—Oye, Bestia.

—¿Ah?

—¿Por qué nunca dices mi nombre o el tuyo?

Bestia se detuvo por un instante, para luego continuar sin responderle a Kaelin.

—Bestia.

Ésto se repitió durante un rato.

—Bestia.

—Bestia.

—Bestia.

—Bestia.

—Bestia.

—Bestia.

Una y otra vez, Kaelin fue ignorado. Su paciencia llegó al límite casi al mismo tiempo que la de Bestia.

—¡Bestia!

—¡Callar!— gritó el salvaje, dejando a Kaelin perplejo.

Cualquier otro Doncel se habría sacudido como una hoja si alguien les gritaba de ese modo. Habría llorado mientras soltaba quejidos miserables que buscaban simpatía o compasión. Pero Kaelin era muy diferente a los otros. Él no reaccionó al principio, pero cuando lo hizo fue sorprendente.

Kaelin apartó las manos de Bestia que aún le acariciaban el rostro con un manotazo, ejerciendo más fuerza de la necesaria en su acto. Ni siquiera le dió al salvaje un segundo de pensamiento antes de lanzarse encima de él y tumbarlo sobre su espalda con el impulso. Poco después intentó golpear su rostro, a lo que el salvaje movió la cabeza para esquivar su puño.

La sorpresa no duró mucho en el rostro de Bestia, pues empezó a defenderse tan pronto como los ataques de Kaelin se volvieron constantes. Para Bestia era muy sencillo evitar los golpes del Doncel, lo cuál sólo enfurecía más a Kaelin. El Doncel siguió golpeando al salvaje hasta que se cansó, y le tomó treinta minutos quedarse sin energías.

La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora