La Bestia Y Su Doncel. (primera Parte Saga Donceles)

Capítulo 28.

El corazón de Kaelin se estaba rompiendo. Ya no podía echarle la culpa de sus emociones al embarazo o a las hormonas, porque lo que sentía no tenía nada que ver con su cuerpo. Era su mente la que sufría con la mirada que Bestia tenía en ese momento. Eran sus propias emociones la que le hacían llorar, no las de su bebé. Quería a Bestia tanto como podía su lastimado corazón, y le dolía no poder decírselo correctamente.

Bestia seguía en silencio.

Kaelin reunió el valor para mirar a Bestia. Sus ojos llorosos le suplicaron al salvaje qué dijera algo, que hiciera alguna señal de no estar molesto con él. Casi perdía la esperanza cuando empezó el desastre.

Gritos, aullidos y disparos. Kaelin no entendió de dónde venían aquellos sonidos tan raros. Los disparos y gritos no eran anormales, pero los aullidos…no debería haber ningún animal en los centros de retención exteriores. En el Reino los animales eran sucios y asquerosos, por lo que no se permitía tener contacto con ellos a menos que fuera un alto funcionario. Kaelin había tenido pocos encuentros con animales, pues se le prohibía incluso hablar de ellos. Pero no se necesitaba mucho conocimiento sobre animales para saber que aquel sonido era el inconfundible aullido de un lobo.

Kaelin recordaba su infancia ahora, pero había ciertos fragmentos de su mente que aún no tenían sentido por completo. Lobos. Lobos.

¿Por qué se estremecía de emoción al pensar en los lobos?

La tristeza de Kaelin fue alejándose poco a poco, hasta que solo hubo una inexplicable anticipación latente dentro de su pecho. Incluso su bebé estaba respondiendo de manera extraña a los aullidos, enviando una pulsación leve que el Doncel apenas sentía. Sin embargo él podía sentirlo, porque no dejaba de prestar atención a su bebé. El bebé en su vientre respondía ante los lobos del mismo modo que Kaelin lo hacía, inconscientemente.

Al buscar la mirada de Bestia, Kaelin encontró la misma gentileza y cariño que había recibido desde su primer día en la tribu. No había desprecio. Solo calidez. Una validez que trajo lágrimas a los ojos del doncel, quién de inmediato se cubrió el rostro para no derramar sus inocentes lágrimas frente a los enemigos. Sus lágrimas le pertenecían a quiénes amaba, no a las personas que tan descaradamente buscaban hacerle daño de la peor manera.

Tan pronto como sus ojos se encontraron de nuevo, Kaelin recordó. En su mente se desbloquearon más recuerdos, unos que había borrado por su propia seguridad. Ni siquiera él mismo sabía que existían, pues parecían ser solo fragmentos de su imaginación. En el fondo sabía, que él no tenía una imaginación tan grande. Él sólo podía recordar, no inventar.

Sonriendo, Kaelin dejó que su cuerpo se sacudiera ligeramente mientras una risa histérica se apoderaba de él. Le divertía mucho saber cuáles eran sus probabilidades ahora, con su memoria restaurada e intacta al cien por ciento.

¿Por qué la gente del Reino les decía salvajes en lugar de otro nombre?

Animales. La palabra tradicional utilizada por el Reino para referirse a los animales era "salvaje". En el lenguaje salvaje, ambas palabras tenían el mismo significado, por lo que nunca corrigieron aquel término. Pero lo que nadie en el Reino podía recordar, y que explicaba en gran parte su fobia a los animales, era la verdadera razón de por qué se les llamaba así desde un principio. Los salvajes eran animales, en su manera más pura. Había una razón detrás de su aparente debilidad por el acero.

Bestia le dedicó una mirada llena de significado oculto antes de romper sus cadenas con un chasquido, el acero partiéndose bajo su fuerza. Aprovechó la sorpresa de los dos policías para dejarlos inconscientes a ambos, sin ningún esfuerzo. Eran débiles en comparación al entrenamiento de los salvajes, algo que Kaelin sabía muy bien.