Cap.50-San Valentín, parte tres.

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Narra Luisa


Al parecer Mau había visto mi cara de disgusto al ver a su amiga a la cual le cogí rabia por hacer que yo peleara con Mau, más encima por lo atrevida que fue hace un momento.

—Ya veo...—me quedé viendo Alexa—. ¿Acaso no habían discutido?
—Sí, pero nos dimos cuenta que fue una completa estupidez y que el amor lo puede todo —dijo seguro de sí mismo—. Así que sólo peleamos unos días.
—Interesante —bufó—. Les propongo algo, para que no estén tan solos vengan con mis amigos y conmigo para que seamos un grupo grande.

Mau me miró y entendió con mi rostro que no quería irme con esa chica y sus amigos, él apretó mi mano haciéndome sentir seguridad de que eso no sucedería. 

—No —sonreí—. Hoy es San Valentín y es para las parejas, no para los amigos.
—Vaya —se notó la tristeza en su cara—. Mucha suerte —se fue con sus amigos hacia otra dirección.
—Más a la friendzone no la pudiste mandar —estallé de risa—. Pobre chica.
—Tenía que decirle hace ya un tiempo —rió—. Me acosa desde la primaria.
—Es una acosadora profesional, te volvió a encontrar después de años —reí junto a él.

Nos dirigimos hacía unas tacitas de té que giraban y la plataforma que las sostenía también, hicimos la fila la cual no estaba tan larga. Al pasar, nos sentamos en una de las tacitas, hicieron el típico chequeo de seguridad y empezaron a girar. Lo que no caímos en cuenta es que acabábamos de comer y podríamos marearnos fácilmente.

—¡Me estoy mareando! —gritó Mau.
—¡Ya somos dos! —le respondí también gritando.

La atracción dejó de dar vueltas y yo resulté con un mareo impresionante, todo me daba vueltas y apenas podía ponerme en píe. Quería vomitar pero no lo haría en frente de mi novio.

—¿Estás muy mareada? —preguntó riendo.
—Un poquito nada más —dije agitada.
—Estás verde —se empezó a reír más fuerte.
—Tú estás más blanco que un queso—se quedó callado y se empezó a alejar—. Era molestándote —fui tras de él y frenó en seco produciendo que chocara con su espalda, se volteó y me abrazó.
—Sabía que lo era, no te preocupes —besó mi mejilla—. ¿Qué te parece si vamos allá? —señaló un puesto de globos, asentí y lo seguí.

El vendedor nos miró sonriente y nos preguntó que cuántos queríamos. Mau quería uno de un corazón rojo encendido metalizado, no tenía ninguna palabra estampada. Mau lo pidió, lo pagó y me lo entregó junto con un beso.

—Eres tan lindo, gracias amor —dije agarrando su mano.
—Sólo por ti —me dio otro beso en los labios.

Transcurrió la tarde normalmente, montábamos atracciones como locos hasta que anocheció. Nos dirigimos a la última la cual era un tubo gigante y muy alto el cual te subía lentamente y te bajaba de un tirón. Subimos en él y dejé mi globo con el que controlaba la atracción, la verdad es que estaba asustaba, más que por la montaña rusa. Estaríamos a casi unos 38 metros de altura para luego bajar a toda velocidad. Mau también tenía miedo pero lo ocultaba mirando al frente.

—Me va a dar un paro —dije mirando hacia abajo, la gente se hacia más y más pequeña.
—Tranquila —agarró mi mano—. Vamos a estar bien
—Eso espero —suspiré.

En ese momento llegamos a lo más alto, iba a gritar ya que empezamos a descender a una velocidad increíble pero no salió mi quejido por la fuerza tan grande que tenía esa atracción. Es como si mi grito se hubiese quedado allá arriba para no bajar nunca.

—¿Ves? No fue tan malo —dijo Mau agarrando mi mano.
—Lo malo es lo que va a pasar cuando llegue a casa, son las 9:40 de la noche.
—¿Si te quedas en mi casa? Es cerca a comparación de la tuya.
—No me dejarían, tendría que mentir que me quedo en casa de una amiga.
—Hazlo, quiero pasar el día entero contigo —sonrió.

Llamé a mi padre porque con él tendría el permiso más fácil. Tomé mi teléfono y lo llamé, rápidamente me contestó y le dije que me iba a quedar en casa de Natalia porque era muy tarde  y ella vivía cerca del parque. Me sentí un poco mal al mentir pero de verdad quería pasar la noche con mi novio. Mi padre accedió ya que velaba por mi seguridad, me sentí muy feliz. Al cortar la llamada le envié un mensaje por WhatsApp a Natalia. 

—Me dejaron —lo abracé—

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—Me dejaron —lo abracé—. ¿Vamos a tu casa?
—Vamos —entrelazó mi mano con la suya.

El camino fue entre risas y chistes que decíamos, chistes malos que yo contaba y que Mau se reía por lástima. Llegamos a su casa al rededor de las 10:20 de la noche, entramos y todas las luces estaban apagadas, procuramos no hacer ruido alguno pero como soy muchas veces torpe tropecé con un escalón. Mau y yo aguantamos la risa para seguir subiendo las escaleras y entrar a su habitación, él prendió la luz, me dejó pasar y cerró la puerta detrás de él.

—Linda habitación, lo único que he visto de tu casa —reí suave.
—Mañana en la mañana verás —se echó en la cama y yo me tumbé a su lado para observarlo.
—¿Qué miras?—preguntó volteándose.
—A ti, todo lo hermoso que eres. Me hechizaste, te amo tanto.
—Tú fuiste la que me hechizó a mi —cogió mi cara con su mano—. También te amo.

Me empezó a besar con cierta intensidad y se posicionó encima de mí. Retiró su chaqueta y volvió a besarme fugazmente, sentía el ambiente con otra tónica. Al besarnos tanto me sentí diferente, un poco más relajada y mi deseo por él aumentaba. Él me acariciaba de los hombros a la cintura y de la cintura a las caderas, casi tocando mi trasero por el lado lateral. Cambió de rumbo hacia mis pechos, solté un quejido y pensé que ya era hora de decirle lo que mi cuerpo estaba pidiendo a gritos.

—Mau —dije con la voz entrecortada.
—¿Dime, preciosa? —dijo mientras me besaba el cuello.
—Quiero que seas el primero —me sonrojé y volví a besarle.

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