Cap.53-Nervios.

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Narra Luisa


La madre de Mau se quedó viéndome. Yo me encontraba muy nerviosa pero debía mostrar seguridad así que me dispuse a romper ese silencio incómodo que se había formado en el salón.

—Buenos días —estiré mi mano esperando respuesta hasta que la tomó.
—Así que tu eres Luisa, de quien siempre habla mi hijo —sonrió—. Qué guapa eres, espero mi hijo te esté cuidando como una joya.
—Muchas gracias y sí, me cuida muy bien.
—Estoy muy feliz por ustedes —nos abrazó—. ¿Te vas a quedar a desayunar, verdad?
—Sí, mamá —respondió mi novio por mi.
—Gracias por la comida. 

Esperaba otra reacción, otras palabras sinceramente. La mamá de Mau se mostraba como una mujer sencilla, amable y humilde. Luego de presentarnos correctamente ella se dirigió a la cocina a hacer el desayuno y nosotros a la sala. Estaba sentada en el sillón junto con Mau el cual me tenía envuelto en sus brazos mientras veíamos Bob Esponja. 
Nico jugaba con sus LEGO y Sergio afinaba su guitarra. Eran las 10:20 de la mañana así que tenía tiempo de sobra para desayunar con calma. Seguíamos viendo televisión y Mau empezó a introducir sus manos heladas debajo de mi blusa, yo me estremecí y lo miré sorprendida.

—¿Qué pasa? —susurró Mau mirándome pícaro.
—Está tu familia presente, por favor...—susurré de vuelta—. Y no me vayas a refutar con que anoche también. La diferencia es que estaban dormidos.
—Perdóname, linda —sacó sus manos debajo de mi blusa y me besó la mejilla.

La mamá de Mau entró a la sala para avisar que ya estaba el desayuno, Nico se levantó de sopetón seguido de Sergio y después de nosotros dos. Me senté y al lado mío se sentó Mau.

—Qué rico está, mamá —dice comiendo rápidamente.
—Mas despacio que no lo disfrutas, Nico —respondió su madre—. ¿Qué tal está, Luisa?
—Está delicioso —sonreí—. Muchísimas gracias Señora Ruiz.
—Dime suegra —rió y Mau se puso rojo—. Me alegra que te esté gustando, ya te enseñaré para que sigas consintiendo el estómago de mi hijo por años.
—¡Yo quiero ser el padrino! —exclamó Sergio y yo solté una carcajada.
—¡Ni que nos fuéramos a casar! —dijo Mau picándome un ojo y yo me sonrojé.
—Uno nunca sabe, hay que enseñarle de todas maneras —dijo su madre riendo.

Empezó una discusión graciosa como la de hace unas horas, como un juego entre madre e hijo. Todos terminamos de comer y dejamos los trastes en la cocina. Iba a lavar los platos pero la madre de Mau intervino.

—Deja así, Sergio los lava al rato.
—¡¿Por qué?! —refutó el chico.
—Muchas gracias, con permiso. 

Me subí a la habitación con Mau, me iba a empezar a alistar para poder ir a mi casa y llegar a mi casa a tiempo. No quería que me regañaran.

—Mau, pásame los zapatos, por favor.
—¿Si no te los paso, qué me harás? —preguntó desafiante.
—Hoy estás de gracioso, ¿no? —me acerqué a él y le quité mis zapatos.
—Es que estoy muy feliz —me abrazó.
—¿Y eso se debe a qué o quién? —pregunté y le acaricié la mejilla.
—A que estamos juntos.

Se acercó y me besó. Era un beso mágico y tierno, ojalá pudiera congelar aquél momento para así poder conservarlo por la eternidad. Nos separamos y seguí alistándome. Ya lista bajé junto con Mau. Eran las 11:07 de la mañana así que debía apresurarme. Entré al salón y me despedí de Nico el cual seguía con sus LEGO.

—¡Adiós Luisa, vuelve pronto! —dijo el pequeño abrazándome.
—Lo haré Nico, nos vemos otro día.

Salí del salón y vi a Sergio, me acerqué a él y le di un beso en la mejilla en señal de despedida. Me dirigí a la cocina y allí estaba la mamá de Mau.

—Hasta luego, gracias por todo —nos abrazamos suavemente y me besó la mejilla—. Fue un gusto conocerla.
—De nada querida, ya sabes que éste es tu segundo hogar y el gusto es mío. No te sientas avergonzada por lo de ésta mañana —me codeó en el brazo.

Me sonroje, mi suegra se echó a reír y Mau me hizo señas de que saliéramos rápido. Caminamos hasta la estación de autobuses más cercana donde nos sentamos y esperamos a que llegara el que me llevara a casa. Platiqué con Mau acerca del día de ayer, de lo bien que lo pasamos y el momento que tuvimos a solas. Concluimos en que el día fue hermoso. Llegó un autobús que pasaba por mi casa así que le hice el pare, besé a Mau y me despedí de él con la mano por la ventana mientras me iba alejando lentamente.

[...]

Eran las 11:46 de la mañana y no hay nadie en casa. Me pareció un poco extraño ya que mi papá me pidió que llegara antes del medio día. Sólo me quedaba esperar a que aparecieran mis padres. Recordé que tenía mensajes sin responder así que empecé a dar señales de vida, estaba escribiéndole a Laura cuando escuché la puerta, dejé el móvil en mi cama y bajé por la escalera de caracol. Saludé a mis padres los cuales venían cargados de bolsas, les ayudé.

—Hija, tenemos que hablar de algo importante —dijo mi padre—. Vamos arriba.

Subimos los tres y entramos a la habitación de ellos. Me hicieron señas para que me sentara en la cama. Lo hice.

—Ven hija —empezó mi padre—. Estos últimos meses han pasado muchísimas cosas, tanto buenas como malas —asentí.
—Sí, lo sé, pero ya no hay de qué preocuparse. 
—Hay algo que sí hay que preocuparse —me angustié—. Estuvimos pensando todo y siempre a donde vas hay alguien que quiere hacerte sufrir. Sabemos que María ya no te molestará y que ahora eres más feliz con tu novio y amigos pero nosotros nos precipitamos en una decisión definitiva.
—¿Precipitarse? ¿Qué quieren decir? —pregunté.
—Es difícil decirte —mi madre lo interrumpió.
—No. Es fácil y es por el bien de ella. Luisa, hija, nos vamos a mudar de nuevo.

Amor de institutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora