20 - Perdido

354 62 5
                                    

Canción: Long & Lost - Florence + The Machine

Is it too late to come on home?
Are all those bridges now old stone?
Is it too late to come on home?
Can the city forgive? I hear its sad song

*

La casa del abuelo era un baúl que en vez de tesoros cargaba recuerdos que permanecían mejor en el olvido. Sus paredes frías y sus pasillos eternos evocaban sensaciones que ningún niño debía tener. Las risas brillaban por su ausencia, los juegos eran cosas de vagos. Cada minuto marcado por el enorme reloj del comedor debía convertirse en una experiencia rica para el intelecto. Un Lan nacía para ser un ente prominente en la sociedad, no uno más en la larga lista de parásitos.

La postura de Lan Wangji se tornaba más rígida en cuanto cruzaba el umbral. El peso de todas las cosas que se esperaban de él caía sobre sus hombros como una enorme barra de hierro, pero no por ello tenía excusa para que apareciera una arruga en el cuello de su camisa. Los Lan eran fuertes por naturaleza. Pero no la fortaleza de aquellos que mostraban los músculos y destruían con los pies lo que hacían con las manos. Era una fortaleza que venía de arriba, de dominar lo que resultaba más difícil para el ser humano: la mente.

Conquistar la mente era conquistar todo lo demás. Por eso Lan Wangji se prohibía tener miedo, aunque las pesadillas empeoraran cada noche. Aunque en todas ellas sus manos se tiñeran de rojo sin nadie que fuera a su auxilio, sin nadie que lo llorara, sin nadie que lo extrañara. ¿Quién osaba echar de menos a un hombre débil? En cuanto cerrara los ojos, todos se olvidarían de él. De la vergüenza que trajo a su familia consigo.

Un pinchazo en el lado derecho de su cabeza le obligó a cerrar los ojos por un momento. Al sentir el sudor frío en sus manos, recurrió a las palabras de su consejera —los Lan no iban a terapia, eso era de gente débil— y contó hasta diez. Era un simple saludo, una reunión que no llegaba a la media hora. Las mismas preguntas, las mismas muecas de decepción.

"¿Qué has hecho con tu vida, Lan Wangji?"

"A tu edad, yo había hecho el doble."

"No entiendo a esta generación."

El sonido de la cuchara chocando contra la taza de porcelana equivalía a mil martillos que encontraban en sus sienes la superficie perfecta para desatar su furia. Lan Wangji daba otro sorbo del té amargo, que resultaba placentero frente a las afiladas palabras de Lan Qiren.

Lan Wangji había escuchado muchas anécdotas de abuelos tiernos, que contaban historias a sus nietos en las heladas noches de invierno, mientras les ofrecían sus platillos favoritos.

"Uno más... uno más".

¿De verdad existían? ¿O eran producto del imaginario colectivo? Mientras escuchaba el discurso sin inmutarse, Lan Wangji trataba de imaginar a su abuelo ofreciéndole algo que no fuera una orden o un reproche. Entonces sentía un minuto de envidia por Lan Xichen y su aparente capacidad de no verse afectado por la montaña de expectativas con la que nacía un miembro de esa familia.

Terminado el discurso, su cuerpo hizo el debido saludo. Su mente estaba muy lejos de allí. Recorrió los mismos pasillos con más prisa que antes, buscando la luz, el oxígeno. El aire exterior, aun helado, era más cálido que el que se respiraba entre aquellas paredes.

Al otro lado de la puerta, Lan Xichen lo esperaba con su eterna calma.

—¿Tienes hambre?

Cualquier pregunta era válida, siempre y cuando no se hablara de lo ocurrido dentro. Lan Xichen sabía mejor que nadie lo hiriente que podía ser el abuelo cuando los planes no salían como él quería. Por eso, intercedía como un ángel guardián para que a Lan Wangji le fuera mejor en la rendición de cuentas de año nuevo.

Saudade [WangXian] [AU moderno]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora