14 - Lluvia

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Canción: Let It Rain - Sarah Brightman

Where do we end? Where do we begin?
Are we lost or must we lose to win?
We depend on where we stand
Are we free to choose the lives we live?

*

La lluvia empezó a las dos cuarenta y cinco de la mañana. Lan Wangji lo sabía porque un rayo lo despertó, o más bien, lo sacó de una realidad alterna, en la cual probablemente también llovía. Estaba a punto de gritar un nombre cuando el estruendo se combinó con un gemido que terminó mutilado en su garganta, le arrancó el alma del cuerpo o se la retornó de golpe.

Le costó ubicarse. Como en esos días de su juventud en que despertaba bañado en sudor extendiendo los brazos hacia la nada. Hacia ese alguien que no correspondería el abrazo que tanto necesitaba. En un internado no había padres que dieran besos en la frente en noches de tormenta con chispazos de luz que producían sombras capaces de activar la imaginación del menos miedoso.

Él no tenía miedo a los fantasmas. Su mayor temor era que ninguno de esos espíritus merodeadores en un plano que debían dejar atrás no fuera el de su madre ida a destiempo. Por eso en noches adornadas por la lluvia y los truenos, él se quedaba en vela, esperando, deseando, hasta caer dormido sin recibir respuesta.

Su frente estaba mojada, con par de mechones pegados. Tras la descarga que sirvió de despertador, se abrieron las nubes y todo era agua. Caía sin cesar, variando de intensidad entre una hora y otra, pero siempre constante. Amenazando con llenar las calles y volverlas ríos. Anunciando que un paraguas no sería suficiente.

Lan Wangi prendió la lámpara junto a su cama. Tomó el pañuelo que guardaba en la gaveta para los resfriados que llegaban sin invitación con el cambio de clima. Se quitó de la frente el sudor frío. Su habitación lucía como todos los días, pero no lograba sentir que estaba presente. Tal vez había saltado de un sueño a otro. O estaba tan oxidado en materia de sueños que ya no sabía cómo enfrentarlos.

Fue hace tanto tiempo.

Permaneció en la cama sentado sin tomar el libro que solo adelantaba en noches como estas. Mirando hacia la nada. En su mente había un enorme hueco. Como cuando meditaba, mas no era producto de la meditación. Sino de su búsqueda constante de las imágenes de las cuales fue arrancado por capricho de la naturaleza. Ese nombre que casi sale de sus labios. Ese rostro que nunca se dejaba ver.

En su adolescencia nunca lo vio tan claro. Solo era una silueta, una sombra. Tan abstracto que no llegó a asociarlo con una persona real.

A Lan Wangji le gustaba la lluvia. Pero la vista de la ciudad bajo un aguacero interminable le resultaba deprimente. La lluvia de invierno era muy rara, también era la peor. Era un teaser barato del frío desolador que se avecinaba.

Se paró de la cama arrastrado por una partitura anónima que lo llevó hasta su guqin. A esa hora, mientras todos dormían o hacían creer que dormían, él podía tocar a gusto sin molestar a nadie. Las paredes de su residencial estaban diseñadas para que todos vivieran en su perfecta armonía o en su armonioso caos.

Sus dedos se deslizaron sobre las cuerdas que le daban la bienvenida de vuelta como fieles amigas. De esas que no reprochaban la ausencia prolongada, el casi olvido. Ellas siempre esperaban en silencio, como lo hacía él de niño. Quizá lo aprendió de ellas, o ellas de él. Su guqin era una de las pocas constantes en el mundo tan variable que le tocó vivir. Todos iban y venía, eran nombres y números. Rostros difusos que se cruzaban por las calles.

Y, sin embargo, él era un mal amigo. Olvidaba al único que siempre estaba. Lo abandonaba por meses con la excusa del trabajo, del afán, de una carrera que nunca llegaba a la meta. Solo buscaba de él cuando las cosas empezaban a tambalearse. Qué egoísta era con quien tanto le había dado.

Saudade [WangXian] [AU moderno]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora