Capítulo 25 - Normalidad

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 Había transcurrido todo un mes sin saber nada de Isolda. Los primeros días, pese a tener a Tom cada noche como si fuera mi sombra, había estado histérica. Pero, a medida que pasaban las semanas, me sentía más confiada, y la vida había vuelto a su normalidad.

Aunque era necesario matizar esa «normalidad». Obviamente, mi vida ya no volvería a ser como antes de conocer a Tom. No sólo era la novia de un vampiro, sino que, además, ahora vivía conmigo. Y sinceramente, esperaba que muy pronto pudiera compartir esa realidad plenamente con él. Aunque, cada vez que sacaba el tema, él seguía evadiéndome. Yo ya no quería volverme a enfadar con él, y menos todavía quedarme sola ahora que sentía que la espada de Damocles se cernía sobre mí. De todas formas, estaba segura que, aunque discutiéramos, Tom no se alejaría de mí.

En realidad, en este mes no había notado mucha diferencia en nuestra relación, dado que nuestros ritmos circadianos eran completamente opuestos y sólo estábamos juntos por la tarde y parte de la noche. Pero se sentía bien saber que él estaba allí conmigo mientras yo dormía, y que me estaba esperando cuando llegaba a casa del trabajo. Eso sí, el ambiente del piso se había vuelto algo lúgubre dado que las cortinas estaban siempre pasadas y no entraba la luz del sol.

En el teatro, ya prácticamente habíamos acabado los ensayos del primer acto. Estaba orgullosa del trabajo que estaba haciendo, y no me cansaba de agradecer a Tom porque, gracias a él, estaba teniendo mi gran oportunidad. Él estaba logrando sacar un potencial que no creí tener, pues ambos nos acoplábamos a la perfección. Y las escenas con Rachel y Daniel también estaban saliendo muy bien, aunque, evidentemente, la química no era la misma que con Tom. Moría de ganas por empezar con el segundo acto, además que tendríamos compañeros nuevos. Pero eso sería después de las vacaciones de Navidad.

Hablando de las vacaciones, tan sólo faltaban unos días para que comenzaran. Tanto Rebecca como yo estábamos emocionadas por nuestro gran viaje porque, para ser sincera, aunque Tom nos iba a acompañar, era un viaje para nosotras. Y en parte, aunque Rebecca no lo sabía, era una especie de despedida, pues sabía que nunca más podría hacer un viaje de esa índole con ella.

—En una semana estaremos tostándonos al sol —estaba comentando Rebecca.

Habíamos acabado nuestro turno de noche, y el único cliente que quedaba en la barra con un vaso de whisky era Tom. Rebecca quiso quedarse un rato con nosotros a conversar del viaje, pues el próximo domingo ambas cogeríamos un vuelo que nos llevaría directas a Tenerife, una de las islas de las Canarias.

—Yo diría que, en lugar de tostarnos, pareceremos un par de cangrejos —reía yo.

—Chicas, lo importante es que os pongáis protección solar —añadió Tom.

—Míralo, que protector es —me acerqué hasta él por detrás y lo abracé.

—Creo que ya debería dejaros solos... —sugirió Rebecca, y Tom y yo nos reímos al unísono.

—Tranquila Rebecca —comentó Tom—. A no ser que te incomode vernos así.

—Pues voy a tener que acostumbrarme si no quiero amargarme el viaje.

—¡Rebecca! —exclamé—. No somos tan pegajosos.

—No es eso amiga, ¡es envidia! —negué con la cabeza—. Por cierto, ¡sigues sin invitarme a salir con vuestros compañeros del teatro!

—¿Me he perdido algo? —Tom me miró, extrañado. Y Rebecca, que no se había dado cuenta de lo que había soltado, se puso roja. Antes de responder a Tom, la miré, esperando su señal para poder hablar del tema.

—Le gusta Daniel.

—Bueno, me parece mono —trató de corregirme Rebecca para restarle importancia al asunto—, y como últimamente me paso el día en el bar y no conozco gente nueva...

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora