Capítulo 34 - Invisible

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En cuanto mis músculos volvieron a responderme, me liberé de Tom antes de que pudiera reaccionar y salí de allí corriendo, en dirección a la salida del teatro. Pero al llegar a la puerta, sin importar que le vieran, él había sido más rápido y estaba allí parado, bloqueándome el paso.

 —Por favor Tom, déjame salir —le imploré, con las lágrimas a punto de salir de mis ojos.

 —Jessica, no puedes irte sola —me reprendió, cogiéndome de los hombros, tratando de calmarme.

En aquel momento, yo no podía razonar con claridad, sólo pensaba en salir de allí. Me sentía como una presa acorralada a la que su instinto le obligaba a salir corriendo. Empecé a hiperventilar.

—¡Jessica, tranquila! —exclamó Tom, y al ver que no me calmaba, me abrazó—. Estoy aquí contigo, no va a pasarte nada.

—Por favor Tom, vámonos —le supliqué. 

 —No podemos...

Le aparté, y con ira, le miré a la cara, tratando de leer su expresión, pero era incapaz. ¿Cómo que no podíamos? Lo único en lo que pensaba era en huir, ir a mi piso a recoger todas mis cosas e irme lo más lejos que pudiera, sin mirar atrás.

 —Ella te encontraría, no tiene sentido huir —me había leído el pensamiento.

 —¿Y qué pretendes que haga? —bajó la mirada—. ¿Quedarme aquí, a esperar que me mate?

 —No lo hará, no pienso separarme de ti.

 —¿Ese es tu plan para detener a una vampira tan poderosa?

—El día que me metí en tu mente, me di cuenta que el abismo que nos separaba ya no era tan grande...

—¡O eso te hizo creer! —exclamé—. Y además no está sola...

—¿Estuvo Damon anoche en el bar, verdad? —desvié la mirada, y él cogió mi mentón para obligarme a mirarle —. ¿Qué pasó?

—Que se metió en mi mente —me sonrojé—. Me hizo ver imágenes algo perturbadoras...

Tom giró la cabeza y, con expresión de exasperación, miró en dirección al pasillo que llevaba a los camerinos.

—Siempre le ha gustado jugar de esa manera —dijo, irritado—. Le gusta incitar a sus presas para que sea más fácil...

—¿Hincarles el diente, no? —asintió—. ¡Pues más razón para marcharnos!

—¡No pienso dejar que te toque un dedo! —chilló, pero en un susurro.

Entonces, recordé la forma en que estuvo coqueteando con Rebecca. Tal vez yo sólo era un recreo para él, pues tenía claro que era el objetivo principal de Isolda. Pero bien podría querer alimentarse de Rebecca.

—Tenemos que proteger a Rebecca —cuchicheé, aunque después me sentí estúpida porque obviamente podían oírnos, así que volví a hablar en un tono normal—. Ayer se le veía demasiado interesado en ella.

—Seguramente sólo lo estaba haciendo para acercarse a ti, pero estaré alerta.

—¿Y cuál es tu plan, si se puede saber?

—Por ahora, ensayar nuestras escenas como si no pasara nada.

—¿De verdad pretendes que esté tan tranquila con esos dos seres tan cerca de mí?

—No nos queda otra opción.

Mis ojos se abrieron como platos, no podía entender cómo proponía aquello. Yo sólo pensaba en meterme en casa y no salir, así estaríamos más a salvo. Aunque ya me había quedado claro que, si ella quería, se las ingeniaría para colarse de nuevo en mi mente y tratar de hacerme salir, y quién sabe si la próxima vez lo conseguiría.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora