Capítulo 10 - Tortura

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Los ensayos del primer día fueron muy bien. La mayoría de mis escenas fueron con Tom y nos compenetrábamos a la perfección. Pese a los sentimientos encontrados que tenía,  pude concentrarme y hacer mi trabajo lo mejor posible. Cómo lo había echado de menos.

Tom era maravilloso en el escenario, lo vivía intensamente. Era increíble que fuera tan bueno. Quizá era cierto lo que me había contado relacionado con la obra, y no necesitaba ejercer ninguna influencia sobre el director. Tal vez su capacidad telepática favorecía esa conexión con los otros actores.

—Excelente chicos —concluyó James—. Mañana os quiero ver aquí a la misma hora.

—¿Queréis salir a tomar algo? —preguntó Daniel, una vez James y Peter, su ayudante, se hubieron marchado.

—¡Yo sí! —respondió Rachel, entusiasmada—. Tenemos que celebrar lo bien que ha ido el primer día.

Callada, miré a Tom, esperando a que él contestara antes que yo, y debió darse cuenta porque finalmente lo hizo.

—Lo siento chicos, me encantaría pero mañana tengo que levantarme temprano —mintió.

—¿Y tú, Jessica? —me preguntó Daniel.

—También lo siento, mañana tengo que trabajar —era cierto, aunque llevaba otras intenciones en mente para aquella noche.

—¿Dónde trabajas? —quiso averiguar Rachel.

—Oh, en un pub. Me toca el turno de mañana —respondí.

—Ah pues ya nos llevarás allí otro día —Rachel me guiñó el ojo.

—Por supuesto —sonreí.

—Vámonos nosotros Rachel, estos dos son un par de sosos —dijo Daniel, en plan gracioso, aunque no parecía que tuviera intención de ofender a nadie.

—¡Descansad!

Ambos salieron del escenario, y al fin Tom y yo nos quedamos a solas. Sin embargo, cuando estaba a punto de abrir la boca, él se dirigió hacía la salida.

—¿Dónde vas?

—A mi camerino, voy a por mis cosas.

—¿No piensas hablar conmigo? —le pregunté, algo mosqueada.

—¿De qué quieres que hablemos?

—¿En serio Tom? —estaba empezando a enfadarme en serio, y él seguía callado—. ¿Por qué no has vuelto a buscarme?

—He estado algo ocupado —respondió, mostrando indiferencia, y salió del escenario.

—¡Tom! —le llamé, levantando un poco la voz, y salí detrás de él.

Cuando llegué entre bastidores, él ya no estaba. Obviamente, era mucho más rápido que yo. Fui a la zona de camerinos, y me acerqué al único que tenía la puerta cerrada, por lo que supuse que era el suyo. Sin llamar, la abrí de par en par y lo encontré sentado en un pequeño sofá. Tenía las comisuras  de los labios manchadas de sangre y parecía que ocultaba algo.

—¿No te han enseñado a llamar antes de entrar? —preguntó, algo molesto.

—¿Y a ti no te han enseñado a terminar una conversación? —entré y cerré la puerta —. ¿Qué escondes?

Sacó de detrás suya una bolsa llena de sangre. Resultaba bastante desagradable.

—Límpiate los labios —le dije, y él medio rió—. A saber de quién es esa sangre —añadí, algo enojada.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora