Capítulo 23 - A salvo

292 38 25
                                    

 Las palabras de Tom me dejaron helada. ¿Un aviso de ella? Eso significaba que estaba cerca, que sabía dónde vivía. Empecé a revivir el sueño que había tenido la noche anterior, sintiendo la misma ansiedad, y el terror se apoderó de mí.

—Jessica —no le respondí—. ¡Jessica! —Tom me zarandeó, y entonces, con angustia, le miré a los ojos—. ¿Qué pasa Jessica? Te has quedado blanca...

—Entonces, la pesadilla que he tenido, ¿no ha sido un sueño? —le pregunté, como si él supiera de qué estaba hablando.

Tom me cogió del rostro y, mirándome fijamente, volvió a introducirse en mis pensamientos. Cuando localizó lo que buscaba, se aterró, abriendo los ojos, y me soltó de golpe.

—No ha sido un sueño Jessica... —apartó la mirada—. Se ha introducido en tu mente.

—¿Puede hacer eso? —me quedé perpleja.

—Y más que eso...

—¿Quieres decir... que ha entrado... aquí...? —balbuceé.

—No ha podido entrar porque no la has invitado —me aclaró Tom—. Pero sí ha estado a escasos metros de ti, en la puerta —dijo, señalando la entrada de la casa—. Por eso te he dicho que no invites a entrar a nadie.

Fui hasta la puerta y puse el cerrojo. Me giré y me apoyé en ella, sin dejar de mirar a Tom. Empecé a temblar.

—Lo siento Tom... —le dije, a punto de estallar en lágrimas—. Perdona por no haberte hecho caso —me dejé caer y me tapé la cara.

Unos segundos después, tenía a Tom agachado frente a mí, apartando mis manos de mi cara. Me dio un beso en la frente y me abrazó.

—Eres una cabezota —dijo, y me hizo reír, mientras me abrazaba más fuerte—. Tranquila, no voy a dejarte sola.

—¿Debería mudarme?

—Eso no serviría de nada... —suspiró—. Si estás conmigo, sabe como encontrarte. La única opción para que estuvieras segura sería...

—Eso ni lo digas Tom —le interrumpí, sabiendo a qué se refería—. No pienso ceder a sus exigencias, no voy a separarme de ti.

—Pero es la única manera...

—¿Estás seguro? —agachó la cabeza—. Además, eres el único que puede mantenerme a salvo de ella.

—Jessica... —empezó, pero no pudo continuar. Sabía que yo tenía razón.

—Y después de todo lo que te ha hecho, ¿vas a dejar que siga controlando tu vida?

—Está bien, pero me instalo aquí contigo —le sonreí, me parecía una idea maravillosa—. Y durante la noche no pienso separarme de ti.

—¿Y no podríamos quedarnos en tu casa? —se me ocurrió, al fin y al cabo era mucho mejor que mi apartamento.

—Allí no estarías segura, no necesita invitación para entrar... —le miré extrañada—. Al ser la casa de otro vampiro, nada le impide entrar.

—¿Y eso? —le pregunté, pues me resultaba algo bastante absurdo. Tom se encogió de hombros.

—No sabría decirte... Hay cosas que sigo sin entender de mi condición.

—Es una lástima, pero al menos estaremos juntos —le abracé—. Lo único... me da miedo que vuelva a meterse en mi mente...

—Tranquila, en ese caso estaré a tu lado —me besó en la frente.

—¿Tú también puedes hacer eso? —me sorprendí.

—Sí, pero necesito poder tocarte. En cambio ella, como ya has podido comprobar, puede hacerlo simplemente estando cerca.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora