Capítulo 26 - De viaje

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Al fin había transcurrido toda la semana —sin nada digno de mención—, y ya estábamos montados en el avión rumbo a las islas Canarias. Como era obvio, Tom había escogido un vuelo nocturno. Tanto Tom como yo estábamos en asientos de primera clase, y la idea era que Rebecca también estuviera con nosotros, pero se sentía tan mal de que Tom la invitara que insistió en ir en clase turista. Dada la situación de Tom, era preferible que él tuviera más intimidad, y cuando yo me ofrecí a acompañar a Rebecca para que no estuviera sola, ella se negó en redondo.

—¡Ni hablar! Sólo son cuatro horas de viaje, yo me entretengo con cualquier cosa. Además, no vas a dejar solo a tu chico —me había dicho ella.

—Está bien, como quieras —ya le había dado por imposible.

Así que allí estábamos, Tom y yo, disfrutando de las ventajas de viajar en primera clase. Los asientos eran muy confortables, con mucho espacio para las piernas, y estábamos bastante separados del resto de pasajeros. Podíamos pedir comida y bebida siempre que quisiéramos, así que Tom estaba tomando un whisky, mientras que yo, para ir entrando en materia, me había pedido un mojito. Sin embargo, no estaba muy bueno, se notaba que era una de esas bebidas que ya venden preparadas, y sabía demasiado a alcohol.

—¿Tú no eras la de los chupitos? —rió Tom, al ver la cara que había puesto después del primer trago.

—Eso es lo que habría pedido si quisiera tomar alcohol puro —aparté el vaso.

—Podrías llevárselo a Rebecca, tal vez ella no le haga ascos —sugirió.

—Me parece buena idea, y de paso iré a ver cómo está.

Me levanté con el vaso y me dirigí hacia la parte trasera del avión, que era dónde ella estaba. Justo le había tocado pasillo, así que me era fácil acceder a ella. Estaba con los auriculares puestos, pero en seguida se percató de mi presencia y se los quitó.

—¿Cómo vas amiga? —me preguntó, y le salió un bostezo por el sueño.

—Te traigo esto —le di el vaso.

—¿Qué es? —preguntó.

—Una especie de mojito —reí—. Pero lo he probado y sabe mucho a alcohol.

—¡No importa! —exclamó—. Me vendrá bien para mantenerme despierta.

—Escucha —me agaché para susurrarle al oído—. Si quieres alguna cosa, pídemela y te la traigo.

—No hace falta, estoy bien. Con esto y lo que me traigan después para comer, suficiente.

—De acuerdo, me vuelvo con Tom. Si necesitas algo avísanos.

Rebecca asintió con la cabeza y yo me incorporé para volver a mi asiento. Cuando llegué, tenía otro vaso con bebida en mi bandeja, además de una bolsa de patatas fritas.

—Te he pedido ron —dijo Tom, cuando me senté.

—Como me conoces —le di un sorbo a la bebida—. Esto ya es otra cosa.

Tom soltó una carcajada y me imitó, dando un sorbo a su whisky.

Para que no me subiera la bebida, abrí la bolsa de patatas. Mientras me las comía, me percaté de que Tom me miraba divertido.

—¿Quieres una? —le ofrecí, aunque imaginaba que me diría que no.

—No hace falta, gracias. Es sólo que tengo un poco de hambre...

—Eso se puede arreglar —le sonreí—. Voy al baño, espera un minuto y luego ven tú.

Sin dejarle responder, me levanté de mi asiento, y él se empezó a reír. Me metí en el baño más próximo y cerré la puerta. Contemplé mi rostro en el espejo, esperando a que Tom viniera. Se me notaba el cansancio en los ojos por las horas en marcha.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora