Capítulo 35 - The funeral of hearts

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Literalmente, se me paró el corazón. Si hubiese estado conectada a una máquina de constantes vitales, se habría escuchado ese pitido continuo que anuncia que el final ha llegado. Al menos, así me sentí en ese mismo instante, en el que todo lo que había vivido en los últimos meses, esa turbulenta relación que había iniciado y que, poco a poco, se había estabilizado y al fin creía que había alcanzado la felicidad plena, se desmoronó por completo.

Entonces me di cuenta. Era yo la que me había estado engañando a mí misma, desde el principio. Él me lo había advertido, me había suplicado que me alejara, pero yo, seducida por él, por su naturaleza, por la utopía que representaba, había insistido tanto que lo convencí, sin medir las consecuencias.

Y las peores consecuencias las estaba viviendo justo ahora. Peores incluso que haber estado a punto de morir por su culpa. Peores que temer por mi vida por las amenazas de ella. Peores que haber pensado en acabar con mi vida humana sólo por estar a su lado...

No, lo peor era haber abierto los ojos, y darme cuenta de que había vivido en una fantasía. Una absurda y patética quimera. ¿Cómo había podido ser tan ingenua?

Ella me sonreía, él tenía expresión de culpabilidad. Isolda había ganado, así, sin más, sin apenas esfuerzo, lo había sometido, por mucho que él hubiese renegado, por mucho que la odiara. Por mucho que me amara. 

Esa imagen de ellos dos juntos fue suficiente para rendirme. ¿Acaso podía hacer algo más? Si él no la enfrentaba, ¿qué posibilidades tenía yo?

«Lo siento», alcancé a escuchar en mi mente, y aquello me hizo reaccionar.

Salí corriendo, con lágrimas brotando a mares de mis ojos.

—¡Jessica! —alcancé a escuchar, pero no pensaba parar. Mucho menos girarme para mirar atrás.

No me detuve a pensar si ella me seguiría, si al fin, sin la protección de Tom, iría a por mí. Tampoco me importaba. 

Todo se había esfumado, el sueño había acabado y estaba despertando de nuevo para darme de bruces con la realidad de mi vida. Mi situación volvía a ser la misma que antes de conocer a Tom. Volvía a ser una simple camarera con ínfulas de convertirse en una famosa actriz, renegada de su familia, sin encontrar a un hombre que considerada lo bastante bueno para ella. Una pretenciosa y estúpida chiquilla a la que la vida le había castigado por querer ser algo que no le correspondía.

Me iba alejando del teatro sin rumbo a ninguna parte, sólo corriendo. Cada vez me sentía más agotada. El aire frío inundaba mis pulmones, y notaba como me ardía el pecho, pero mi mente hacía caso omiso de las señales de mi cuerpo. Nunca había sido especialmente atlética, y mi resistencia era bastante cuestionable, y sin embargo, por alguna extraña razón, tal vez por un instinto de supervivencia innato, o simplemente por la adrenalina que estaba generando, sólo tenía una idea en la cabeza: no podía parar, tenía que huir lo más lejos posible.

Pero la energía no podía durar para siempre, era inevitable que en algún momento tuviera que parar a no ser que quisiera desmayarme. Con el corazón a punto de salírseme del pecho, me senté en el asfalto, tratando de recuperar el aliento. Me encogí como una pelota, cogiéndome de las rodillas y cerrando los ojos, como si así pudiera ocultarme de todo, como si estuviera a salvo de ella.

En todo el rato que estuve en esa posición, notaba como la gente pasaba a mi alrededor, pero absolutamente nadie fue capaz de acercarse, de preguntarme si estaba bien. En Londres se podía estar rodeado de gente y, a la vez, sentirse totalmente solo. No obstante, nunca me había sentido tan sola ni tan desvalida como ahora.

Me sequé las lágrimas, que todavía salían de mis ojos, y me soné la nariz con la manga de la camiseta que llevaba. Alcé la vista y, sin saber cómo, había acabado al lado de mi casa, como si inconscientemente supiera que allí sería el único sitio donde podría estar a salvo. 

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2022 ⏰

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