Capítulo 6 - Marcas

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Desperté a media mañana. De nuevo, un dolor de cabeza horrible. Pero no podía ser por la bebida, sólo había tomado un cóctel y no llevaba tanto alcohol. Seguía encontrándome cansada, como si mi vitalidad hubiera desfallecido, y estaba muerta de hambre.

Abrí la nevera. «Genial, está vacía», me dije. Llevaba unos cuantos días sin ir al supermercado, así que me iba tocar bajar a la cafetería de abajo a comer algo, y además tendría que hacer la compra.

Fui al cuarto de baño para asearme. Me miré al espejo, y no tenía buena cara, además de unas ojeras horribles. Tendría que maquillarme sí o sí. De golpe vinieron a mi mente imágenes de la noche anterior, de Tom haciéndomelo en el baño de aquel bar. ¿Cómo puede haber accedido a eso? Pero fue tan intenso, que sólo de recordarlo tenía ganas de que apareciera por mi puerta para repetirlo de nuevo. Volteé la cabeza, tratando de serenarme, y después noté un pequeño escozor en el cuello. Me acerqué más al espejo.

Observé dos nuevas marcas, esta vez no tan sutiles como las otras que ya habían desaparecido. ¿Habría alguna araña, u otro tipo de insecto, en mi habitación? Pero era extraño, nunca me había pasado nada parecido.

Entonces recordé a Tom succionándome el cuello. También me había parecido que lo hacía la noche anterior, debía tener fijación por esa zona del cuerpo. Pero eso se habría convertido en chupetones, no en una especia de picadura. Estaba algo confundida.

Pero sobre todo, lo que más me perturbaba era el poder que tenía para anular mi voluntad, y eso era algo que no lograba entender. Era la primera vez que practicaba sexo con un hombre al que acababa de conocer, y además había repetido. Tenía que terminar con esa obsesión que se estaba formando en mi mente, por esa necesidad imperiosa que me provocaba su cuerpo. Siempre y cuando no dejara de ser sólo sexo.

Al menos, eso me repetía en mi mente, pero una vez que volviera a tenerlo delante, no sabía si tendría la suficiente voluntad para evitarlo.

Con todos esos pensamientos rondando mi mente, terminé de arreglarme y salí del piso. Bajé a la cafetería y pedí un sándwich y un café bien cargado. Mientras comía, me sonó el teléfono. Era Wendy. 

—Buenos días Jessica, soy Wendy, de la obra de teatro —saludó la chica a través de la línea del teléfono. 

—Buenos días Wendy —me puse nerviosa.

—Llamo para decirte que te hemos seleccionado como protagonista —abrí los ojos de par en par, Tom no me había mentido.

—Oh, genial, ¡muchísimas gracias! —exclamé.

—En un rato te enviaré por e-mail toda la obra, la semana que viene empezaremos con los ensayos, aún nos quedan audiciones para otros papeles. 

—Claro, no hay problema.

—Revisa todo el texto, pero es importante que te centres en el primer acto. Si puedes ir memorizándolo.

—Muy bien, me pondré con ello en cuanto lo tenga.

—Está bien... —parecía que estaba leyendo algunos papeles—. Creo que sólo me queda decirte que la mayoría de ensayos serán a partir de las siete —me quedé callada, pues iban a coincidir con el horario del bar —. ¿Jessica? ¿Algún problema?

—No, no —mentí—. Todo bien.

—Genial, Tom tiene otros compromisos y sólo puede estar a partir de esa hora.

—Lo entiendo.

—Perfecto, nos vemos el lunes a las siete en el teatro. Que tengas una buena semana.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora