Capítulo 28 - A la luz del sol

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 —Hola Tom, cuanto tiempo —respondió Arthur, mientras se levantaba de la mesa—. Hacía siglos que no te veía—sonrío.

—Ha pasado mucho tiempo —le respondió Tom.

—Y veo que muchas cosas —noté que me miraba.

—Supongo que ya os habéis presentado —Tom, que estaba justo detrás de mí, me cogió de los hombros, en señal de protección.

—Oh sí, tienes una novia muy guapa —me piropeó, y me guiñó el ojo.

—¿Y a mí nadie va a presentarme? —soltó Rebecca, ajena a lo que estaba sucediendo—. Soy Rebecca— dijo, antes de que pudiéramos decir nada, y se acercó a Arthur para darle dos besos.

Me giré para mirar a Tom, quería decirle que no dejara que Arthur se acercara a Rebecca, pero recordé que él también podía leeme la mente, así que me giré. «No te acerques a mi amiga», traté de decirle, y se dio por aludido, pues me miró directamente a los ojos.

—Arthur —empezó Tom—, ¿podemos hablar? —antes de que pudiera contestar, le cogió del brazo y se apartaron un poco para conversar.

—¿Pasa algo? —me preguntó Rebecca, extrañada, y se sentó a mi lado.

—No tengo ni idea —le respondí, haciéndome la tonta.

—Espero que Tom no lo espante, su amigo es increíblemente atractivo —se giró hacia donde estaban los dos, y noté el deseo que despertaba él en ella.

Saltaron todas mis alarmas. Le estaba pasando lo mismo que a mí cuando conocí a Tom. Esa atracción incontrolable e inexplicable, que te ciega y no te hace ver las cosas con claridad. Y lo peor de todo era que no podía contarle por qué le estaba pasando eso. Además de que no me creería, como cuando yo tenía mis primeras sospechas acerca de Tom, también le expondría.

—No sé Rebecca, ese chico no me da buena espina...

—Ay no, Jessica, ¿otra vez? —puso los ojos en blanco.

—No es eso. ¿No has visto a Tom? Parece que no acabaron muy bien...

—Quizá Tom sea un poco paranoico.

—Te aseguro que no lo es, Rebecca —insistí—. Sólo que cala muy bien a las personas...

—Soy mayorcita, Jessica. Creo que no necesito una niñera para que me diga con quien puedo estar y con quien no.

Conocía demasiado bien esa obsesión, y sabía que no podría convencerla. Pero Tom sí podía hacerlo, tal vez necesitáramos de sus «habilidades» para hacer que Jessica dejara de interesarse por Arthur. Aunque el problema radicaba en que él también podría, deliberadamente, ejercer el efecto contrario sobre ella.

—Está bien Rebecca, no insisto más —lo dejé correr, era inútil continuar con esa conversación.

Un rato después, Tom y Arthur volvieron a la mesa. La expresión de Tom era mucho más calmada que antes, así que deduje que la conversación había ido bien y Arthur no sería una amenaza.

—Bueno Arthur, ¿de qué conoces a Tom? —preguntó Rebecca, tocándole el brazo. Era obvio que estaba marcando su terreno y no iba a dejarse persuadir.

—Del teatro —respondió él, con una sonrisa de la que temía sus intenciones con ella. Miré a Tom, y cogió mi mano para que me calmara.

—Entonces, ¿eres actor?

—Más o menos —rió—. Me considero más bien un aficionado, sólo he participado en un par de obras. Pero recuerdo que Thomas era muy bueno. ¿Has seguido actuando?

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora