Capítulo 11 - Respuestas

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La noche siguiente, después del teatro, Daniel y Rachel también sugirieron salir a tomar algo, pero obviamente Tom y yo teníamos otros planes, así que nos excusamos con ellos.

 —De verás que me encantaría chicos, pero, al igual que ayer, tengo que levantarme temprano para trabajar.

 —¿Y trabajas todas las mañanas en el pub? —quiso saber Rachel.

 —Si tenemos ensayo por la noche sí, me toca ese turno...

 —¿Y el viernes entonces? —preguntó Daniel—. El sábado descansamos, así que ese día supongo que trabajarás por la noche.

Tenía razón. Había acordado con Matt que el fin de semana, que era cuanto más trabajo había y no tenía ensayo, volvería a mi turno habitual. Miré a Tom y él, de forma sutil, afirmó con la cabeza.

 —El viernes perfecto —sonreí.

—Y tú Tom, ¿te vienes hoy? ¿O también tienes que madrugar mañana? —preguntó Rachel. 

No me había fijado hasta entonces, pero era obvio que a ella también le atraía Tom, por la forma en que le miraba. Por el momento, no quería que supieran de nuestra relación, pero si intentaba coquetearle, tendría que marcar mi terreno. Tom se percató de lo que estaba pensando, pues se medio rió antes de responder.

—Mejor lo dejamos para el viernes, entre semana estoy ocupado por la mañana.

—Está bien, pero ese día no nos podéis fallar, ¿eh?

—Claro que no —respondí yo, mirando fijamente a Tom.

Ambos se despidieron y salieron del escenario, dejándonos al fin solos.

—Veo que no te hace falta leer la mente para conocer las intenciones de Rachel —rió.

—Las mujeres tenemos un sexto sentido para eso.

—¿Y no te has fijado en Daniel?

—¿En Daniel? ¿Por? —me quedé extrañada.

—Porque le interesas —me cogió de la cintura y me atrajo hacia él.

—No lo había notado... —era raro, normalmente me percataba de esas cosas—. Pero no vale, tú me llevas ventaja. Seguro que sabías lo de Rachel antes que yo...

—¿Y por qué piensas eso? —me miraba medio riendo, con curiosidad.

—Es evidente que puedes leer la mente.

—¿Tú crees? —Tom se hizo el sorprendido.

—Aún tienes muchas cosas que contarme...

—Pero antes de eso, tenemos mejores cosas que hacer —dijo, y comenzó a besarme.



Un rato después, Tom y yo estábamos en mi cama, desnudos. Él ya se había alimentado de mí, y yo moría por ir a la cocina y calentar una pizza congelada que tenía en el refrigerador. Si comía algo después de que él se hubiese bebido parte de mi sangre, como la noche anterior, por la mañana me levantaba con más energía y sin dolor de cabeza.

Me levanté y me puse una bata. Antes de salir de la habitación, me giré y contemplé a Tom, que estaba sobre las sábanas. No pude evitar morderme el labio y él soltó una gran carcajada.

—¿Quieres más? —sugirió.

—Tal vez después de cenar.

Se levantó de la cama y vino hacia mí. Me cogió por detrás y me pellizcó el culo.

Eternamente tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora