Capítulo 03 🚬

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La música solía ser mi escape para absolutamente todo. Si no quería discutir, me colocaba los audífonos. Si no quería escuchar a alguien, lo ignoraba y me ponía mis audífonos.

Pero principalmente, los usaba cuando quería escapar de mi misma.

Había escapado tanto de mi, que ya era costumbre quedarme dormida con los auriculares puestos. Era la primordial razón por la cual se me rompían seguido.

Pero lo que nunca me imaginaría era que al llegar a Bhack me encontraría a alguien que también deseaba escapar. Porque... aunque él no quisiera hacerlo notar, yo lo notaba. Notaba en su aspecto que mi dormitorio le traía recuerdos y, probablemente, eran recuerdos que le atormentaban. Pero por alguna razón, yo no me atrevía a cambiarlo. Aunque tampoco estaba tan mal. De hecho, era interesante. Pero a la vez, me sentía una extraña cuando él estaba presente.

Porque sí, Franchesco tenía la costumbre de entrar sin siquiera golpear antes.

—¿Estás llorando? —cuestionó acercándose a mi cama.

Me asusté un poco al verlo, era de esperar, pero me incorporé rápidamente, quitando el rastro de lágrimas que habían dejado mis ojos.

—No, solo disfruto mi soledad —mentí, si había estado llorando una vez que mi padre me dejó en casa.

Pero no iba a contárselo a él.

¿Por qué lo haría?

—¿Y por qué tienes los ojos rojos y la cara tan hinchada?

—¿Por qué estás tan pesado? —farfullé de mala gana, oyendo mi estomago rugir de hambre.

Había optado por no cenar y ahora aquello me pasaba factura.

—No soy pesado —masculló.

—¿Y por qué entras a mi habitación sin golpear?

Franchesco desvió la mirada, incomodo.

Pero al cabo de unos segundos, quitó sus manos de los bolsillos del pantalón y procedió a sentarse en el sillón verde.

—Vi que volviste lloran... —le puse mala cara al escuchar que volvió a insinuar que yo estaba llorando—. Que estabas con mala cara, iba a venir antes pero... quería darte espacio.

—¿Y desde cuándo te importa? —cuestioné de mala gana, mientras me ponía de pie y rebuscaba mi móvil en la cama.

Estaba hecha un lío, pero al encontrar mi teléfono me asusté al ver la hora.

—¡Son las dos de la mañana! —exclamé bajito—. ¡Mi padre podría verte! ¡Y matarte!

Franchesco entrecerró los ojos, malhumorado.

—Tu padre no ha vuelto desde que te trajo. No habría venido de ser así, no soy idiota.

—¿En serio?

Keira y sus problemas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora