Capítulo 37 🚬

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Estuve un largo rato con Franchesco aferrado a mí, mientras le acariciaba el cabello y trataba de entender todo el caos que estábamos pasando

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Estuve un largo rato con Franchesco aferrado a mí, mientras le acariciaba el cabello y trataba de entender todo el caos que estábamos pasando.

¿Acaso la vida me maldijo con problemas?

Porque así parecía.

Cuando Franchesco se incorporó sentándose en frente de mí, se sorbó la nariz y se secó las lágrimas.

—Yo... —traté de decir algo, pero no sabía cómo hablar o qué decir.

—No digas que lo sientes.

—No lo siento —respondí.

Pero si lo hacía. Sentía mucha lastima que él estuviera pasando por todo eso.

Sentía miedo por Gen, había llegado golpeada y ella no se merecía eso.

Sentía vergüenza de tener la madre que tenía.

Y sentía a mi padre un completo extraño.

Sentía demasiadas cosas que prefería no sentir.

—Necesito... —balbuceé—. Necesito saber en dónde enterraron al abuelo de Caleb.

Franchesco me miró con confusión. Pero se puso de pie rápidamente, molesto.

—No —dijo firme.

Me puse de pie también.

—Mi familia... ellos... buscan a ese señor. No sé por qué, pero lo buscan. Y debo decirles dónde está.

—No —volvió a decir, juntando todas las cartas y posesiones de Caleb.

Al guardar todo en el cofre verde, él comenzó a buscar algo entre sus cajones y al encontrarlo, en cuestión de segundos arrojó su encendedor prendido allí dentro.

Quemando las cartas.

No entendía qué demonios estaba pasando.

—Nadie va a saber de esto. ¿Oíste? Nadie.

Retrocedí, el tono de su voz me dio escalofríos.

—Nadie puede saber que Caleb sigue vivo, nadie puede saber que lo ayudé a enterrar a ese hijo de puta. Nadie, Keira. Nadie.

—Pero...

Franchesco se acercó a mí y me tomó del rostro.

—No quiero más problemas en mi vida. Necesito dejar todo esto atrás. Necesito... que confíes en mí.

Sus ojos azules estaban cristalizados y rojos, asentí como pude mientras sus manos sostenían mis mejillas.

Apoyé mi frente sobre la suya. Tal y como había hecho la primera vez que me sinceré con él respecto a mis miedos.

—Y yo necesito que me ayudes —susurré—. Necesito su paradero, necesito tener una vida normal y si...

—No voy a decirlo —dejó de tomarme del rostro y se alejó—. Lo siento.

Keira y sus problemas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora