Capítulo 19: ¿Qué había querido decir?

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Hay ocasiones en las que las palabras de otros, se quedan en nuestras cabezas y se repiten en forma de voces internas que nunca se callan, se quedan ahí sin detenerse nunca y nos atosigan a cada hora, en cualquier día, sin fin alguno.

Las palabras de mis padres resonaban en mi cabeza sin cesar, de alguna manera, sentía que me estaban acusando de algo de forma indirecta como si supiesen todo aquello que acontece en mi cabeza o en mi vida diaria, lo que me hace dar cuenta de que quizás, en mi vida, no podré elegir ser feliz. Por lo tanto, siempre he creído que hay muchas cosas mal conmigo, desde que soy un niño he tenido esta creencia, siempre suelo compararme con otros para tratar de comprobar si es que lo que hago está bien y será aceptado o no.

Así que me resulta muy difícil el tratar de ignorar lo que habían dicho mis padres durante la cena.

Ni siquiera porque había ingerido mis pastillas podía tranquilizarme o conciliar el sueño, mi cabeza estaba llena de pensamientos, recuerdos, vivencias y emociones que demuestran de distintas formas el miedo que siento en un momento como este. Es como una tortura que soy incapaz de ignorar y que hace que mi cabeza empiece a doler un montón...es tan difícil callar muchas cosas por tanto tiempo.

Pude dormir solamente porque mi cabeza empezó a doler, pero simplemente dormí durante tres horas, hasta que me desperté. A pesar de que eran las nueve de la mañana, los potentes rayos solares se infiltraban a través de mi ventana, ya que, había olvidado por completo cubrirla con la cortina. Tardé unos  cuantos minutos en recoger la fuerza de voluntad necesaria para ponerme de pie e iniciar mi día, caminé hacia el baño para poder cepillar mis dientes y lavar mi cara mientras me observaba a través del espejo, debido al reflejo de mí que se presentaba, pude comprobar por enésima vez que había aumentado de peso y eso en un gran problema...es muy difícil ser aceptado por otros si no soy lo suficientemente delgado como antes. Desde que llegué a este país rompí casi todas mis rutinas, entre ellas, la dieta que mantenía junto al ejercicio para poder mantenerme en forma. Ahora, cada vez que me veo frente a un espejo me siento repugnante.

Llevé mis manos hacia mis pómulos dándome cuenta que estos habían aumentando un poco su grosor, mi rostro ya no lucía tan fino como antes... ¿Quién sería capaz de verme atractivo con esta cara?

Estuve observando mi reflejo frente al espejo durante un rato, moví mi cabeza hacia un lado, peiné mi cabello de distinta manera e incluso sonreí, pero nada me hacía lucir bien, no obstante, la puerta siendo tocada me obligó a abandonar el baño con rapidez y a dejar de recriminarme el hecho de que subí de peso. Abrí la puerta de forma despreocupada y me encontré a mi madre, ella estaba vestida de manera formal con un traje rojo, en una de sus manos tenia sujeta una maleta azul y en la otra una bolsita.

—Tu padre y yo debemos ir a firmar un contrato a la capital —informó después de unos segundos, sin siquiera saludarme o algo parecido —. Lo más probable es que regresemos el miércoles, pero no lo sabemos con certeza, así que tendrás que quedarte con Fernando.

Elevó la mano en la que tenía la bolsa más pequeña y me miró fijamente, con su típico rostro inexpresivo.

—Te dejo esto para emergencias —tomé lo que tenía en su mano y asentí —. Si pasa algo importante llámame.

Unos segundos después de terminar de hablar ella caminó por el pasillo hasta que bajó las escaleras. Estoy tan acostumbrado a estar solo, que se ha vuelto un hábito, mis padres viajan mucho debido al trabajo, cuando aún vivíamos en Corea sucedía lo mismo pero allá la situación era peor, porque era obligado a ayudar a mi hermano con cosas relacionadas a la empresa.

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