Epílogo

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«Tanta gente, tanto amor, tanta tristeza y tanta felicidad y muchas otras cosas más. De entre los 7684 millones de habitantes en esta cárcel llamada Planeta Tierra, uso esta carta para comunicarme con el amor de mi vida.

No tengo ni puta idea de cómo iniciar esto porque sé que me quedaré corto y tú no mereces ambigüedades, siempre hemos sido claros, ¿O no? No quiero que esto sea una carta de despedida, aunque es muy obvio que lo será, al menos para ti. Dejarás de verme físicamente.

En toda mi vida no había encontrado a alguien con quien sintiera tanta familiaridad y confianza, actualmente eres quien mejor me conoce en todo el mundo y, aunque para alguien como yo resulte tenebroso revelar tanto sobre sí, contigo es distinto, me gusta mucho la sensación de saber que existe alguien con quien puedo compartir mi miseria, a pesar de que sé que te cansas de escucharme siendo tan patético.
Estoy muy consciente de que has tratado de ayudarme, de comprenderme, has estado a mi lado sin importar qué y has buscado distintas soluciones para todo esto que me abruma...valoro muchísimo tu esfuerzo, recuérdalo siempre, pero simplemente ya no puedo más, he tenido suficiente, mi punto de aguante ya llegó a su límite y es insoportable todo a mi alrededor. Hace cuatro años traté de hacerlo, dispuesto y con mucha confianza puse esa soga alrededor de mi cuello anhelando el fin de mi existencia, pero lamentablemente no fue así, sin embargo, me dio la oportunidad de seguir vivo para conocerte, aunque también me sirvió para darme cuenta de cuanto he anhelado hacer esto.

Con esto no espero que te sientas culpable, tampoco quiero que veas inutilidad en ti, no podías ayudarme como querías, tú mismo lo dijiste en algunas ocasiones. Desde lo más profundo de mi corazón espero que no estés atado a mí o que me recuerdes con oscuridad, mantén vivos aquellos momentos en los que sonreía, en los que disfrutaba a tu lado, en los que hablábamos con profundidad, en los que era feliz por una efímera cantidad de tiempo y, sobre todo, cuando nos cuidábamos entre nosotros, como si estuviésemos mentalmente bien. Quiero que sepas, Ha-neul, que fuiste mi motivación para vivir durante mucho tiempo.

Aunque no estaré físicamente para verte triunfar (porque sé que lo harás), quiero que sepas que siempre estaré a tu lado, si te quedas aquí o si vuelves a Corea del Sur, estaré contigo sin importar qué.
Empieza a cuidarte mucho, preocúpate más por ti que por los otros y prométeme que nunca, NUNCA, volverás a callar todo lo que tienes en el interior, lo que deseas decir, debes hablar sin miedo o remordimientos, decir lo que piensas sin necesidad de preocuparte por alguien más que no seas tú.

No dejes que nadie te opaque, sé tú mismo, haz lo que más te gusta o amas, mas no lo que otros te obliguen, pero, sobre todo, sé feliz. Yo no pude lograrlo, pero sé muy bien que tú sí, porque te conozco, porque te lo mereces.

Sé que te lastimaré haciendo esto, pero como el hombre fuerte que eres, sabrás sobrellevarlo y con el pasar el tiempo te darás cuenta que no fui más que una mancha negra en tu vida.

Di todo lo que pude dar, hice todo lo que quise hacer y amé a quien quise amar, pero simplemente ya no puedo atarme a una vida que nunca deseé vivir.

Te amo muchísimo y siempre estaré contigo, Haneulie, siempre,

Tu Benjamín».


No sé cuántas veces había leído y llorado con la carta, es lo último que me queda de él.

Tocó el pedazo de papel y escribió absolutamente todo a mano, con su letra, con palabras que salieron desde lo más profundo de su ser y que fueron precisamente escogidas para que yo las leyera, palabras en las que demostraba cuán cansado, además de desesperanzado se encontraba con respecto a continuar con su vida, palabras que expresaban un mensaje de despedida eterno.

Cada vez que leo lo que está escrito, es como si pudiera escuchar su voz relatándome todo, a su manera, dicho de forma directa y sin resentimientos, como siempre lo fue.

Ahora únicamente puedo verlo en fotografías o en mis sueños, ahí suelo hablar mucho con él, le digo que desde que no está todo ha sido peor para mí, soy capaz de expresarle cuánto lo extraño y la enorme falta que me hace en mi vida diaria. Lo que me sigue atormentando hasta el día de hoy, es el hecho de que no noté ningún indicio que me demostrase que tenía planeado hacer lo que hizo y, además, también está el hecho que de no pude despedirme, no pude decirle nada.

Mi vida es como un paraíso oscuro, donde nadie se compara a él, es como cuando cierras tus ojos y no ves más que una innegable y densa oscuridad que te obliga a abrir estos con rapidez, pero la cosa es que yo no puedo hacerlo, no puedo ver claridad.

Sé muy bien que el amor no es capaz de solucionar los problemas, mucho menos si es algo como lo que él enfrentaba, realmente nunca tuve la estúpida idea de que con un simple «Te amo», se le quitaría toda la tristeza del interior, porque yo lo comprendía, en cierta parte sabía lo que él tenía que vivir, de estas cosas uno no se libra con facilidad o por arte de magia. Que ames a una persona, no significa que le soluciones la vida o le quites los problemas de encima, eso siempre lo tuve claro, amar a una persona va mucho más allá de eso, significa apoyarla, acompañarla, ayudarla y brindarle el cariño que siempre mereció, mas nada, no tiene un poder sanatorio.
Siempre pienso en que si existiera el otro lado, desearía poder encontrarme con Benjamín en ese lugar, para no extrañarlo más y estar siempre con él así como se lo prometí.

Con cuidado logré sentarme frente a la lápida, observando la pequeña fotografía que la decoraba, era una imagen de Benjamín muy nítida y de hace poco tiempo, eso ayudaba a identificarlo, además de recordar el cómo lucía cuando existía.
Puse una mano sobre el frío material con el que se había construido y dejé las flores que había comprado, frente esta.

—Ya estás donde querías, ¿Eh? —decidí hablar —. Debes verme a mí, por Dios, estoy peor que antes, te extraño muchísimo.

Recogí mis rodillas y abracé estas con fuerza sin despegar mis ojos de la fotografía y de la sonrisa que Benjamín tenía en esta.

— ¿Por qué decidiste dejarme solo? —pregunté y mordí mi labio inferior con fuerza —. Cuando estabas junto a mí sentía que podía respirar, pero ahora que ya no estás, mi pecho se comprime, siento que en cualquier momento moriré asfixiado por la angustia y el dolor que experimento cada día que pasa.

Cerré mis ojos dejando escapar las lágrimas que se me habían acumulado desde que llegué al cementerio, estas descendieron por mis mejillas con rapidez.

—Era muy feliz contigo aquí —sequé mi rostro con el dorso de mi mano —. Pero estaré feliz de haberte conocido, hasta el día de mi muerte.

Reprimí las enormes ganas de gritar que tenía, mi pecho dolía mucho, quizás por mi corazón, era una sensación horrible, como si tuviera algo duro o inerte en el interior, es algo que no me deja vivir con tranquilidad o relajarme. No puedo dejar de sentir esto, pero nada me sirve para aliviarlo, absolutamente nada.

Me moví un poco hasta quedar lo suficientemente cerca de la lápida, puse mis dedos sobre la fotografía con delicadeza y después de unos segundos, metí mi otra mano en el bolsillo de mi pantalón, de ahí saqué el collar que me compré ese día, el regalo que ansié darle, elevé el objeto conmigo para poder verlo de forma completa...Él ni siquiera supo que yo había pensado en darle un regalo de navidad, cada vez que veo el accesorio puedo recordarlo a él, el collar tiene su esencia, me da la sensación de que él está conmigo cuando lo tengo cerca, es por eso que lo cargo siempre.

Benjamín siempre estará en mi corazón, en mi mente, en mí...Fue una señal de que quizás existió el amor más leal, puro y verdadero que pude haber esperado, un amor que siempre me merecí. Al menos sé que una persona pudo amarme sin importar nada, alguien fue capaz de hacerme tan feliz, que creí que sería así para la eternidad. Siempre tendré una parte de él en mí, porque las almas que se unen, no se separan jamás.

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