Capítulo 17: El esquema que hicieron para ti

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Doscientas sesenta y cuatro horas, que se pueden traducir a once días...ese es el tiempo que Ha-neul llevaba sin hablarme, me evitaba a toda costa y lograba ignorarme de una manera monumental, como si estuviese consciente de lo que aquello ha causado en mí, o el cómo me hace sentir.

Los días sin él habían sido muy largos y monótonos, al menos para mí sí, además de eso, mi humor no era el mejor de todos, lo que desencadenó algunas discusiones con mi padre, que cómo puede ser obvio, tuvieron consecuencias físicas como el marcado moretón que quedó en pómulo después de haber recibido un fuerte golpe de su parte, no obstante, eso no era lo único, también había empezado a tener ataques de ansiedad de forma más frecuente, eran episodios tan fuertes de los que me costaba recuperarme, pero lo hacía en silencio y sin alarmar a alguien más, no quería dar pena.

Quizás lo único bueno que había surgido durante estos días era la convocatoria deportiva para las competiciones intercolegiales, en las que fui elegido en el área de atletismo sin necesidad de dar las pruebas requeridas, como había tenido que hacer Ha-neul —me había pasado pendiente de él a pesar de que ni siquiera me miraba, por impulso —, el cual, se integró al equipo de baloncesto.
Debido a eso, mi horario se había modificado un poco, ahora debía quedarme en el colegio hasta más tarde de lo habitual porque tenía que entrenar para lograr obtener algún otro mérito o reconocimiento como en años anteriores, tal vez, otra razón por la que la situación lograba animarme, es el hecho de que ejercitarme logra que entre en un estado de despeje y tranquilidad total.

Aunque parezca extraño, soy del tipo de persona que lleva sus problemas a cualquier actividad que realiza, por lo tanto, no es sorpresa alguna que en ciertas ocasiones modifique mi plan de entrenamiento por algo mucho más fuerte o pesado que requiere el doble o triple esfuerzo de lo normal, quizás es una forma en la que me puedo castigar a mí mismo, pero de forma sana y productiva.

El último entrenamiento semanal estaba por finalizar, el viernes finalmente había llegado después de una larga y angustiante semana.

Algunos de los compañeros que entrenaban conmigo ya habían empezado a realizar el estiramiento para irse, pero yo aún no podía reunirme con ellos. Había decidido agregar un par de rondas más al ejercicio de cuestas que el maestro de atletismo había propuesto para el entrenamiento del día. Originalmente se debían realizar cuatro rondas con diez subidas y bajadas, respectivamente, pero en mi caso las rondas aumentaron a ocho.

Sentía que mis piernas ardían y estaban debilitándose al subir las gradas, mi cuerpo estaba completamente lleno de sudor al igual que mi cabello y mi velocidad iba reduciéndose considerablemente, pero eso no me obligó a detenerme.

—Nueve...—jadeé el conteo, mientras subía las gradas con toda la fuerza y rapidez que podía permitirme, una vez estuve arriba estabilicé mis pies y miré durante un par de segundos el tramo que había subido para volver a bajarlo.
Cuando estuve otra vez abajo, emití un sonoro suspiro —. Diez.

Repetí el ejercicio una última vez hasta que finalmente terminé, logré bajar las gradas con rapidez con la poca fuerza que me quedaba y empecé a caminar con dirección al maestro.

—He terminado —informé con la voz entrecortada y pasé el dorso de mi manos sobre mi frente para quitarme el sudor.

Apenas escuchó mi voz, el maestro se giró a mirarme con curiosidad, me escaneó de pies a cabeza, mientras una expresión de seriedad se plantaba en su rostro.

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